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La estabilidad de Cameron

La inesperada victoria por mayoría absoluta del Partido Conservador de David Cameron ha sacudido el mapa político británico y ha dejado escritas algunas lecciones que no deberían echarse en el olvido, sobre todo para aquellos que, también en Reino Unido, daban por muerto el bipartidismo. A lo largo de toda la campaña electoral, las encuestas vaticinaron un empate técnico entre «tories» y laboristas, incluso con la victoria de estos últimos. Finalmente, los sondeos no sólo no se han cumplido, sino que no supieron ver la existencia de un «voto oculto» a favor de los conservadores que, en definitiva, son los que han tenido que lidiar con la impopularidad que supone gestionar una crisis económica (déficit presupuestario, recortes en el gasto social y recesión) con derivadas que en un futuro van a marcar la agenda política: el crecimiento de los euroescépticos. Los electores han elegido la estabilidad, que suele ser la opción más común en la política británica: evitar los gobiernos en minoría y en coalición. Las encuestas no determinan la intención de los electores y conviene leerlas correctamente entre líneas: en las elecciones generales españolas de 2011, un 18,5% de votantes del PP ocultaron su voto. La gran baza de Mariano Rajoy es la estabilidad que está aportando su política económica, algo que los electores más moderados valoran por encima de otras aventuras políticas. Un elemento determinante y que ha polarizado la campaña británica ha sido el anuncio por parte de los laboristas de Ed Miliband de un pacto con los nacionalistas escoceses –cuyo crecimiento era previsible–, pero que fue interpretado como un acuerdo que podía perjudicar al conjunto de los británicos, más allá de la legítima disputa entre conservadores y laboristas. Está claro que la posición laborista ha sido penalizada y que los conservadores han sido recompensados con la mayoría absoluta: después de todo, ellos plantearon con total claridad el referéndum de independencia y ahora han anunciado una importante cesión de transferencias. Entre otras consecuencias, la victoria de Cameron ha provocado el final de una excepción en la política británica: la coalición con el Partido Liberal Demócrata, que ha provocado la dimisión de Nick Clegg y, de nuevo, la crisis abierta en el Partido Laborista tras la marcha de Miliband. Por otra parte, esta nueva mayoría conservadora supondrá la celebración de un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, al que Cameron se ha comprometido ante las presiones de los sectores eurófobos de su partido. No hay que olvidar el contexto: a pesar de que el líder xenófobo de UKIP, Nigel Farange, ha dimitido al no salir diputado, su partido se ha convertido en la tercera fuerza nacional, con un 12,6%. La clave, como ha demostrado David Cameron con su victoria, está en dar estabilidad al país. Esta lección también sirve para España.