España

Lealtad y responsabilidad

La ofensiva independentista planteada desde el corazón mismo de la Generalitat de Cataluña ha dejado en el camino una primera víctima: la fractura en la sociedad catalana entre los que abiertamente defienden la secesión y los que quieren seguir formando parte de España. El 11 de septiembre habló una parte; la otra –que sigue siendo mayoritaria– quedó totalmente eclipsada, en parte porque en la sociedades abiertas y tolerantes es la representación parlamentaria quien tiene la última palabra y abusar de las demostraciones de masas en la calle sólo sirve para dar alas a la demagogia, al victimismo más simple o a aventuras políticas de difícil resolución. Pero existe otra Cataluña cuyas inquietudes políticas y vitales no son las marcadas por el nacionalismo –ahora plenamente hegemónico en la Administración autonómica–, sino las mismas que actúan en otros países europeos, y que no buscan la solución a sus problemas en el expolio de un enemigo exterior. Y problemas no faltan, ni en Cataluña, ni en el resto de España. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha hablado de «mayoría silenciosa» para referirse a un amplio sector de la población no movilizado, y pide que se la tenga en cuenta y no se la eche en el olvido porque, por más que se haya ocupado el espacio público por parte de miles de manifestantes, las sociedades son más complejas y diversas, también la catalana, lo quiera o no la doctrina nacionalista. En ese contexto previo a la Vía Catalana, el pasado 26 de julio Artur Mas envió una carta a Mariano Rajoy proponiéndole aceptar una consulta «de una manera pactada, en el término más breve de tiempo posible, dentro de los marcos legales que establezcamos». Ayer, la vicepresidenta anunció tras el Consejo de Ministros que esta respuesta se daría en breve, y adelantaba que «la Constitución y el cumplimiento de la Ley son un buen marco para definir ese entorno de diálogo». Mariano Rajoy no ha negado nunca su predisposición a tratar los grandes temas de Estado, y la crisis abierta en Cataluña es uno de ellos, pero también ha reiterado que esto debe hacerse desde el cumplimiento estricto de la ley, algo que no se puede achacar a ningún gobernante. Cataluña, como el resto de España, ha prosperado en un marco político de convivencia común, y deshacernos de éste por coyunturas adversas sería de una irresponsabilidad mayúscula. Rajoy ha tendido la mano a Artur Mas, entre otras cosas porque, como dijo ayer Sáenz de Santamaría, «somos el Gobierno de todos los españoles y, por lo tanto, también de los catalanes». Ahora es el momento de exigirle al presidente de la Generalitat lealtad a las instituciones democráticas y que aparque su precipitada hoja de ruta hacia la independencia.