PSOE

Pedro Sánchez, frente al populismo

La Razón
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LA RAZÓN entrevista al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en un momento complicado por la situación política en Cataluña, donde el nuevo presidente autonómico, Quim Torra, ha consumado su provocación al Estado con la elección de consejeros sometidos a medidas cautelares por la Justicia, pero, también, por los vientos de tormenta que soplan desde Italia, donde la caída del bipartidismo ha dejado paso libre a lo peor de los populismos. Sabe Pedro Sánchez, y así lo deja entrever a lo largo de toda la entrevista, que la desaparición de la socialdemocracia europea como alternativa de poder no siempre se ha traducido en una hegemonía del centroderecha, sino que su vacío político ha sido ocupado por movimientos extremos, incluso de carácter xenófobo, que mixtifican los viejos conceptos del marxismo y del nacionalismo en fórmulas probadas de populismo transversal. De ahí la referencia explícita de Pedro Sánchez al partido socialista griego, el PSOK, fulminado por la izquierda radical, cuando asegura, convencido, que el socialismo español ha conseguido evitar la «pasokización», devolviendo a la socialdemocracia su vocación de Gobierno, capaz de garantizar la consolidación del crecimiento económico. Si en algún momento, el PSOE que representaba Pedro Sánchez parecía competir por el voto radical antisistema, no cabe duda de que estamos ante un cambio de timón que recupera, al menos lo busca, sus señas de identidad socialdemócratas. Por supuesto, el lector encontrará evidentes contradicciones en el discurso del secretario general socialista, como la reclamación a Ciudadanos para que respete el principio de apoyo a la lista más votada, pero sólo en el ámbito de la izquierda, que, sin embargo, no opacan los hechos. Porque, más que rectificaciones de fondo ante las grandes cuestiones ideológicas en juego –defensa del orden constitucional, libertad de mercado, sostenibilidad del Estado de bienestar, respaldo al proyecto de la Unión Europea y mantenimiento de la moneda única–, que no habían sido puestas en duda por la nueva dirección socialista, sí parecía preciso una rectificación en las formas y tonos de un discurso excesivamente próximo a la radicalidad de los antisistema que, por ende, servía de sostén a quienes buscaban la deslegitimación de la democracia española. Pedro Sánchez no sólo ha demostrado su compromiso con la soberanía nacional frente al ataque incalificable del separatismo catalán, sino que ha actuado, sin alardes a la galería, sentido de Estado y responsabilidad política, respaldando al Gobierno de la nación y sin cuestionar la unidad en torno a la estrategia adoptada. Puede cuestionarse, él mismo lo hace en nuestra páginas, si alguno de los términos de los acuerdos alcanzados con Mariano Rajoy para hacer frente al desafío independentista –como las limitaciones en la aplicación del artículo 155 que introdujo el PSOE en el Senado–, fueron las más apropiadas, pero lo cierto es que, a diferencia del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, el secretario general socialista nunca ha tratado de aprovechar las corrientes de indignación, lógicas, de amplios sectores de la sociedad española para desgastar a quien, por su posición institucional, debe afrontar un problema con múltiples derivaciones de todo tipo, comenzando por el respeto a los principios de legalidad. Se muestra especialmente duro Pedro Sánchez con la ineficacia política de Inés Arrimadas, que ganó las elecciones en Cataluña, y a la que reclama mayor contundencia en la Cámara autonómica, pero, también, y es significativo, con la ceremonia de la confusión en la que se refugia Podemos en el Principado, con la muleta del «derecho a decidir». El PSOE reclama su vocación de Gobierno y su identidad socialdemócrata. No es mala noticia.