El desafío independentista
Retroceso separatista en Cataluña
La encuesta electoral catalana de «NC Report», que hoy publica LA RAZÓN, confirma la pérdida de apoyo popular al separatismo que viene detectándose desde que el Gobierno de la Generalitat decidió saltarse la legalidad y perpetrar su golpe contra la democracia, la Constitución, el propio Estatuto de Autonomía y el ordenamiento jurídico vigente. Si los impulsores de la deriva secesionista pensaban aprovechar la inevitable reacción del Estado para reabastecer de victimismo sus obsesiva propaganda, hay que señalar que, según las respuestas de los preguntados, se está produciendo el efecto contrario. De hecho, el trabajo de campo del sondeo se llevó a cabo entre el 19 y el 22 de septiembre, en un momento de gran presión nacionalista, por cuanto se habían producido una serie de detenciones de altos cargos de la Generalitat por orden judicial, respondidas por los separatistas con graves actos de sedición en Barcelona y movimientos de acoso a alcaldes y sedes de los partidos políticos constitucionalistas en numerosas localidades del Principado. Pese a ello, o, quizás, por el lamentable espectáculo de unos representantes institucionales azuzando a la calle contra el cumplimiento de las leyes, la intención de voto de los catalanes está cambiando sensiblemente. No es sólo que se acentúa la mayoría del voto popular no nacionalista sobre el que recibirían los partidos separatistas de celebrarse hoy las elecciones autonómicas, es que, también, éstos últimos perderían su actual ventaja en escaños en favor de la oposición. Así, la suma de diputados de ERC, PDeCAT y las CUP pasaría de los 72 que hoy tiene a 66, mientras que el resto del arco parlamentario sumaría 6 escaños más, hasta los 69 diputados. El estudio de opinión se ha llevado a cabo bajo la premisa plausible de que ERC y la antigua Convergencia se presentarían a las urnas por separado, una vez que la izquierda nacionalista que lidera Oriol Junqueras ya ha obtenido de sus socios de conveniencia todos los réditos que racionalmente podía desear. El resultado de la encuesta, por supuesto, certifica el descalabro convergente, que, con 18 escaños, se convertiría en la tercera fuerza de la Cámara catalana, virtualmente empatada con el Partido Socialista. Sólo el 28,8 por ciento de quienes votaron en 2015 a la coalición de JxSÍ se decantan por apoyar al PDeCAT, la nueva marca de la derecha nacionalista. ERC, por su parte, retendría el 53, 7 por ciento de los votos de la citada coalición, además de recibir un 13,6 por ciento de los sufragios que pierden las CUP. Los extremistas cuperos, no sólo no obtienen rédito alguno de sus trágalas políticas contra el Gobierno de Carles Puigdemont, sino que se convierten en el partido que más votos –112.794– y escaños –3– perderían en unos próximos comicios. Todas las formaciones no nacionalistas mejoran sus resultados, especialmente la izquierda populista que lidera la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que ganaría 4 escaños, y el Partido Popular, que subiría 2. El PSC gana un diputado y Ciudadanos, aunque mantiene sus votos y seguiría siendo la segunda fuerza política de Cataluña, perdería otro. Estos resultados del sondeo reflejan, también, el fracaso de la estrategia de Ada Colau para pescar en el río revuelto del desencanto de la izquierda separatista. Aunque suben sus espectativas, –pasaría de los 11 escaños actuales a 15– está muy lejos de cumplir su aspiración hegemónica en Cataluña. La culpa está en la resistencia de los votantes de la CUP, auténticos separatistas, a votar a un partido que no tiene una postura clara sobre el proceso y cuya líder se ha convertido en una sofista maniobrera. Los cuperos prefieren irse a la abstención antes que votar a Colau.
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