Gobierno de España
Rivera debe seguir el camino
Mariano Rajoy demostró ayer tener una virtud política: sentido de la realidad. No está al alcance de todos los líderes, incluso algunos creen que, por el hecho de estar a la cabeza de un partido, es la realidad la que debe adaptarse a sus ideas y no al contrario. El presidente del Gobierno en funciones sabe que su investidura no será un proceso fácil, que, pese ser el partido más votado en dos elecciones consecutivas, necesita el apoyo de los dos partidos constitucionalistas, PSOE y Ciudadanos. De no recibir el voto o la abstención de estas formaciones, volverán a repetirse, por tercera vez las elecciones. El primer objetivo de Rajoy es evitar un escenario que, para los intereses del país, sería catastrófico. No todos los líderes comparten este análisis. Si la reunión con Pedro Sánchez fue desalentadora por su persistencia en el bloqueo, la de ayer con Albert Rivera ha abierto la posibilidad de formar un Gobierno si todas las partes se ponen de acuerdo, por lo que nos permite ser algo más optimistas. Eso es lo que el país está pidiendo y darle la espalda, como hizo el líder socialista con su deprimente ofuscación en el «no es no», puede tener graves consecuencias en el crédito que merece la política. Sánchez, sin duda, pagará las consecuencias y, lo que es peor, las pagará el socialismo español. Hoy podemos ser algo más optimistas porque, por primera vez, se ha hablado de programas y de los compromisos inmediatos que debe cumplir España. En resumidas cuentas: Rivera está dispuesto a negociar los Presupuestos y se abstendría en segunda votación. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto, por lo que podemos considerar la propuesta de Ciudadanos un primer paso para desbloquear la situación, aunque insuficiente. Hay que destacar la buena predisposición de Rivera y su compromiso con la gobernación del país, pero obligará a un voto favorable a la investidura de Rajoy. Es decir, de nada sirve participar en la aprobación de los Presupuestos si antes no hay Gobierno. Lo deja bien claro la Ley Orgánica del Gobierno (artículo 21.4): un Ejecutivo en funciones no puede aprobar los Presupuestos. Sin embargo, la lectura que hizo Rajoy de la reunión transmite un optimismo razonable basado en la actitud receptiva y sincera de Rivera. Es decir, si los dos quieren que las cuentas estén aprobadas «antes del 1 de octubre, eso significa que tenemos voluntad de hacer todo cuanto esté en nuestras manos para que haya una investidura». Está claro que, de no existir esa voluntad, no habría acordado sentarse en una mesa, compartir documentos con vistas a una negociación y mantener un hilo directo entre ambos. Y existe, además, un dato que debemos resaltar: Rivera ya no ha exigido que Rajoy no sea el candidato del PP, como hasta ahora estaba proponiendo. Basándose en el hecho de que el Rey le propuso para la investidura, el líder de Ciudadanos apuntó ayer: «El candidato es Rajoy y eso no es discutible». Se impone el principio de realidad. Encima de la mesa hay un documento que parte del acuerdo alcanzado entre Ciudadanos y el PSOE en la pasada legislatura, más prioridades legislativas que propone el PP para emprender una negociación. Nada de lo incluido en este documento (objetivos de estabilidad presupuestaria, pacto nacional por la Educación y la Ciencia, financiación autonómica, garantías para el Estado del Bienestar, Pacto de Toledo, terrorismo islamista y desafío secesionista en Cataluña) debe provocar el rechazo de las partes. Es deseable que el diálogo fragüe cuanto antes en un voto a favor de la investidura, lo que supondría que quedaría menos para desbloquear la situación, siempre que el PSOE lo permita.
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