Constitución
Separatismo catalán, espionaje y deslealtad
Ciertos procesos políticos arrancan su declive con rapidez tras alcanzar su cénit. Ha sucedido con el separatismo en Cataluña, que parecía incontenible hace unos años y que, desde entonces, su decadencia va pareja al desinterés, el hartazgo y el abatimiento ciudadanos, como recogen incluso las encuestas de la propia Generalitat. En todo ese proceso declinante hay otro elemento decisivo como son las luchas intestinas de los socios secesionistas, los espionajes mutuos, las estrategias divergentes y los sabotajes en modo de fuego amigo. Y en ese campo las filtraciones interesadas se han convertido en instrumentos del juego sucio. «La Vanguardia» desveló ayer un almuerzo entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont en el Palacio de La Moncloa el pasado 11 de enero. 40 días después, 40 días en los que el gobierno independentista mentía sobre la falta de voluntad de diálogo del presidente del Gobierno, la cita fue filtrada por los rivales internos del presidente catalán –bien de ERC o del propio PDeCAT– en medio de desavenencias y desconfianza crecientes en el independentismo. Igual que fue «reventada» la reunión discreta de Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras el 10 de enero por el entorno de Puigdemont. Que se agite el referéndum para encubrir este pulso fratricida es una irresponsabilidad más de gentes que atienden sólo a sus intereses. El horizonte no es tranquilizador con un desafío promovido por incontrolados que no se soportan. El Gobierno ya sabe que la mano tendida nada garantiza si la otra parte está empeñada en la colisión.
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