Crisis del PSOE
Socialismo sin líder
El desgaste que está sufriendo el Ejecutivo de Mariano Rajoy entra dentro de la lógica de gobierno en un momento adverso para la economía española y europea en el que se han tomado medidas impopulares aunque necesarias. Eso es gobernar: hacerlo por el interés general y no por estrategias espúreas y electoralismo populista. Esta semana, el Partido Popular ha demostrado que tiene un líder que se ha fijado unos objetivos y que no va a cambiar el rumbo que conduce al crecimiento y la creación de empleo, que es el verdadero problema de la sociedad española. Sin embargo, este desgaste en el Gobierno no ha revertido en un crecimiento electoral del principal partido de la oposición, el PSOE, cuyas expectativas de voto han descendido más allá de lo deseable en un partido que aspira a la centralidad política, y a pesar, incluso, de haber mantenido una posición de negativa frontal a apoyar las medidas del Gobierno y a fustigarle, no sólo en la Cortes, que sería lo deseable, sino también en la calle. Esa política ha dejado poco rédito y los socialistas viven ahora una situación crítica: con el liderazgo de Rubalcaba cuestionado –muchos compañeros de partido hablan de que su tiempo político ha pasado– y una indefinición en el programa y en el modelo de partido. Miembros destacados del PSOE y barones territoriales han puesto encima de la mesa la necesidad de afrontar un cambio, aunque no se sepa con qué herramienta hacerlo: algunos proponen un congreso y otros abrir un proceso de primarias. Candidatos no faltan: Carme Chacón, Eduardo Madina, Patxi López... Rubalcaba, un político hecho en el núcleo de los gobiernos socialistas, en el aparato de Ferraz y en el sanedrín de los escogidos, no quiere ni oír hablar de primarias, un método arriesgado, fuera del control de los dirigentes, pero que sí apoyan las bases. No hay que olvidar que éste ha sido un sistema traumático para el PSOE después del duelo, en 1998, entre Almunia y Borrell (ganó este último y, un año después, acabó renunciando en favor de su contrincante por falta de apoyo del partido). Por otra parte, ensayar fórmulas como ésas con las que los socialistas franceses eligieron a Hollande –a través de una elecciones con participación ciudadana– es temerario en un partido radicalizado. Porque ése es el problema del PSOE en estos momentos: actuar como una formación que renuncia al gobierno y a la vertebración de España (el papel de los socialistas catalanes, con una política que deja huérfanos a sus votantes naturales por su entreguismo al discurso soberanista, está también en el descabezamiento del PSOE). Hace falta un líder, pero también un programa que defina muy bien su proyecto político: o buscar la centralidad perdida o aproximarse a la izquierda radical que está en la calle.
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