Elecciones generales

Una gestión que dará frutos

A nadie se le oculta que entre buena parte de los dirigentes del Partido Popular cunde un cierto desánimo ante las urnas del próximo año que, a tenor de las encuestas de opinión, pueden cristalizar en un acusado descenso del actual respaldo electoral. Aunque esta presentida desafección no es un fenómeno que afecta sólo al PP, sino que se extiende a todos los partidos con más tradición en la democracia española, como el PSOE o Izquierda Unida, la posición de los populares viene condicionada por el desgaste inherente a la gestión de la crisis económica y al hecho de que se trata del partido con mayor cuota de poder, tanto en el ámbito autonómico como en el municipal. En efecto, en un contexto adverso de rechazo ciudadano a la política convencional, con el surgimiento de movimientos populistas que desnaturalizan el debate ideológico con notables dosis de demagogia, es difícil que calen los méritos de una acción de Gobierno con muchas más luces que sombras, tanto más elogiable por haber tenido que remontar una situación financiera de una gravedad sin precedentes. Porque la práctica quiebra de la hacienda pública con la que se encontró el Gobierno de Mariano Rajoy hace tres años, la necesidad de reconducir presupuestariamente la deriva de los gobiernos autonómicos y de los ayuntamientos, y el condicionamiento añadido de la pertenencia a la zona euro han dejado escaso margen de maniobra a su gestión. Aun así, las perspectivas de futuro son mucho mejores para el PP que, por ejemplo, para los socialistas – acosados por el espejismo renovador de una izquierda de viejo cuño y retórica parcheada–, por cuanto existe un irrefutable «haber» en el desempeño del Gobierno que acabará por hacerse patente a los ciudadanos. Es en los resultados de su trabajo donde bebe el optimismo de Mariano Rajoy, muy por encima de los temores que embargan a algunos de sus barones. Sabe que el hecho de la recuperación, con cifras incontestables, y cuyo fruto alcanza cada vez a mayores capas de la población, le permite volver, al menos, a los principios económicos de su programa electoral, con la reducción progresiva de la carga fiscal, y el aseguramiento del estado de bienestar. Cree, igualmente, que esto será suficiente para limitar los daños electorales de algunos incumplimientos clamorosos e innecesarios, como la renuncia a reformar la ley del aborto, que incide en unos votantes poco dispuestos a renunciar a la defensa de la vida por el temor a una supuesta llegada de la izquierda radical al poder. Frente a ello, Mariano Rajoy confía en que el alivio de las restricciones presupuestarias atraiga ese voto variable, con menor adscripción ideológica, gracias a nuevas políticas de impulso social. Se trata, pues, de hacer llegar a unos votantes dolidos por tantos años de dificultades que el esfuerzo ha merecido la pena.