Tribuna
Educar para la paz o lo que sea
Una memoria sujeta a los intereses y conveniencias de quienes la construyen, esmerados en el cuidado diseño de un pasado opuesto a lo auténtico que ocultará a conciencia las partes trascendentales y obviará el contexto
Recientemente, PSOE, Bildu y PNV han votado en el Parlamento vasco en contra de una iniciativa de VOX apoyada por PP que pedía que «el Gobierno vasco incluyera el terrorismo de ETA y su impacto social y político en los currículos educativos vascos de tercero y cuarto de la Educación Secundaria Obligatoria». Hasta 2023, el currículo educativo vasco contemplaba la enseñanza sobre ETA en estos cursos, destacando la necesidad de «una memoria crítica y la solidaridad con las víctimas del terrorismo». A pesar de eso, solo el 25% de los centros han abordado el tema, y apenas el 5% han solicitado la presencia de las denominadas «víctimas educadoras». Factores como las direcciones de los colegios, la reticencia del profesorado, la presión política ambiental y la falta de consenso social han debido de contribuir a esta situación.
Tras la última revisión curricular, se ha eliminado cualquier referencia explícita a ETA en los currículos educativos vascos. ¿Qué aprenderán los jóvenes vascos acerca de los terribles tiempos del terrorismo? Si es por los gobernantes actuales en la Comunidad autónoma vasca o sus previsibles sucesores, poco y mal. Como apuntaba oportunamente José María Ruiz Soroa en un artículo, «qué se puede esperar de la memoria de un terrorismo nacionalista hecha por nacionalistas». Este es el panorama. Por una parte, los propósitos de los ultranacionalistas son claros, que salgan todos sus presos de la cárcel, que se consume definitivamente la impunidad ante los crímenes sin resolver y persistir en su discurso de un conflicto con dos bandos en el que ellos solamente se defendieron legítimamente. Por la otra, los nacionalistas gobernantes hacen todo lo posible por desaparecer del «contexto» de los tiempos de ETA: prohibido hablar de su presencia protagonista en aquel escenario.
La tenacidad secular del nacionalismo en cambiar su pasado siempre se ve favorecida por la lógica del paso del tiempo. A más distancia temporal más facilidad para que los hechos tuneados por ellos obtengan la comprensión y la solidaridad de los más despistados. Entre las varias estrategias cruzadas contra la narrativa de un pasado terrorista vinculado a lo nacionalista, la más inteligente y sibilina resulta ser la de reducir el terrorismo al dolor de las víctimas agredidas, así, en general, que han sufrido como todo el mundo alguna vez, no más, y compadecerse con ellas. Pero a esas víctimas de ETA les falta «dar pasos decididos en pos de la convivencia», deben ser capaces de perdonar para ser mejores personas y poder pasar página entre todos. En este sistema cabe abrazar a las viudas de guardias civiles a la vez que se diseña la expulsión definitiva del Cuerpo de la CAV y Navarra. También ayuda a la confusión juvenil la bendición mediática a un partido legal de políticos de apariencia inconformista chic, a los que se les acusa de estar vinculados con la existencia, ya lejana, de un grupo terrorista.
Es constatable que el leitmotiv del terrorismo nacionalista continúa bien vivo entre nosotros. Así se negoció, en su momento. Todo lo que ha venido sucediendo tras aquellos encuentros «discretos» con los terroristas «para facilitar la paz», traen estos resultados en el presente. Y lo más indeseable puede ser posible. La memoria está, por tanto, en manos de los que fueron protagonistas de miles de hechos terroristas y de otro gran grupo social al que le conviene olvidar, simulando que no estuvo, pero estuvo.
El PNV tiene un Memorial amarrado con el partido del gobierno, una entidad que recientemente ha «estrechado» relaciones con Gogoratu (el memorial de los casos de tortura y violencia policial), la otra «pata» fundamental para la memoria oportuna (sin vencedores ni vencidos) tras nombrarse a un socialista como nuevo director. Pues ya está. Todo preparado para el previsible momento en el que BILDU gobierne la CAV. Una memoria, un memorial (o dos fundidos en uno) que contemple la auténtica realidad de la existencia de «todas las violencias» y «todos los sufrimientos». Una memoria sujeta a los intereses y conveniencias de quienes la construyen, esmerados en el cuidado diseño de un pasado opuesto a lo auténtico que ocultará a conciencia las partes trascendentales y obviará el contexto.
Ahora que todo el mundo sabe que los jóvenes por debajo de los 25 no saben con seguridad si ETA existió (pero sí Franco), yo a veces me pregunto si no será mejor que a esa juventud no se le cuente nada desde las instituciones. Mejor nada que mentiras o medias mentiras. Y que tengan la mente en blanco para cuando, como en todas las generaciones, los haya que, con la madurez necesaria, miren hacia atrás y se encuentren con la indeleble verdad, con la inmensa y real miseria generada por una ideología tóxica que condujo, como también en otros lugares, a la persecución salvaje, a muertos inocentes, a la destrucción.
Iñaki Arteta Orbeaes director de cine, guionista y fotógrafo. Autor del libro «Historia de un vasco».