Sin Perdón

Las elecciones en el horizonte de 2027

«El sucesor de Sánchez es Sánchez, porque no tiene ninguna prisa en ser un jarrón chino y todos trabajan para mayor gloria suya»

A estas alturas parece bastante razonable llegar a la conclusión de que Sánchez tiene la firme voluntad de agotar la legislatura. Es cierto que lo ha dicho siempre con gran claridad, pero es cierto, también, que el resto de los gobernantes europeos en sus circunstancias convocan elecciones como ha sucedido en Alemania. La sociedad de esos países somete a los políticos a unas mayores exigencias éticas mientras que en España nos hemos vuelto más permisivos o indiferentes. La política se interpreta como un ámbito en el que no existe la ética y la mentira es un instrumento legítimo. No me gusta, pero es una realidad tan evidente que sorprende cuando algún miembro del Gobierno dice la verdad. Al margen de las lecturas voluntaristas y los sueños que pueda tener la oposición, no hay nada que le incentive para que las adelante y una moción de censura viable es muy poco probable. Otra cosa es que Feijóo, como hicieron otros candidatos antes que él, decida utilizarla para mostrar su alternativa y poner en evidencia el desgaste de su rival.

Lo sucedido con la comparecencia en el Congreso de los Diputados del yihadista Mohamed Houli Chemial, condenado a 43 años de cárcel por los atentados de Barcelona y Cambrils del 18 de agosto de 2017, es una inquietante muestra de la degradación que sufren las instituciones por culpa del comportamiento irresponsable y partidista del sanchismo. Houli compareció engrilletado, custodiado por la Policía Nacional y reconoció que no tiene pruebas para avalar su acusación contra el CNI. Lo sucedido es inaceptable en cualquier democracia, pero Sánchez necesita los votos de Junts para garantizar su supervivencia. Esto ha permitido que se cree una disparatada comisión para investigar esos atentados y la acusación de que el Estado estaría detrás con el objetivo de frenar el procés. Hemos visto y leído las teorías más disparatadas en novelas, películas y series, pero hay que reconocer que está no tiene parangón. Es un despropósito tan enorme que hace tiempo que Sánchez tendría que haber puesto punto final a este esperpento. No podemos esperar nada de «cariño» Armengol, porque es un mero apéndice del consejo de ministros, al igual que el presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. Los dos son símbolos incuestionables de la degradación de las instituciones y la quiebra de la separación de poderes.

En este caso no se trata de una queja de la fachosfera o parte de la conspiración de la internacional ultraderechista que Sánchez se ha inventado, porque ningún demócrata puede aceptar que el Congreso de los Diputados se convierta en una plataforma al servicio de un terrorista. Hasta Otegi es más serio y no se le ocurre proponer una comisión parlamentaria para reescribir la historia de los crímenes cometidos por ETA. No voy a culpar a Junts por dedicarse a poner contra las cuerdas a Sánchez y mostrar su incoherencia, porque sus dirigentes no esconden sus objetivos. No me gusta, pero son coherentes. El problema es el presidente del Gobierno, porque nunca tendría que haber autorizado una comisión de estas características. Es una cuestión de dignidad. Es cierto que mantenía la inconstitucionalidad de la amnistía y el acierto de la aplicación del artículo 155 CE hasta que el resultado electoral le mostró que su única posibilidad de supervivencia política era cambiar de opinión. Por ello, supongo que degradar el Congreso con la comparecencia de un yihadista le parece un tema irrelevante.

La legislatura podría finalizar si Junts apoyara una moción de censura, pero le resulta más útil tenerle contra las cuerdas y exprimirle con las exigencias más variopintas. El único límite es que no hay límite. No tienen más que dejar que la imaginación vuele con absoluta libertad. Cuentan con casi tres años para conseguir hasta un referéndum, porque que nadie dude de que Sánchez lo concederá y Conde-Pumpido lo avalará con tal de permanecer en La Moncloa. Lo que ahora puede parecer una exageración, será una realidad dentro de no demasiado tiempo. La extorsión tiene varias etapas. No es necesario concluir el proceso en unos pocos meses. A esto hay que añadir que Sánchez tiene un buen lío en el consejo de ministros, ya que Yolanda Díaz necesita su espacio político. Montero ha dejado de soñar con suceder a Sánchez para sustituirlo por Juanma Moreno. Todos se han resignado a sus nuevos horizontes autonómicos. Santos Cerdán, que quiere hacer valer su condición de embajador extraordinario y plenipotenciario ante Junts, esperaba que el éxito de la sucesión recayera en su patrocinada Pilar Alegría. El sucesor de Sánchez es Sánchez, porque no tiene ninguna prisa en ser un jarrón chino y todos trabajan para mayor gloria suya.

Al PP solo le queda armarse de paciencia. Ni siquiera los problemas judiciales de la familia presidencial hacen tambalear al inquilino de la Moncloa, ya que hemos podido comprobar que la poderosa izquierda mediática le defiende con un vigor y ciega obcecación que no tiene parangón en la historia militar del mundo. Todo lo que han hecho y hacen los investigados en los procesos judiciales estaba bien. Es decir, incluso me atrevería a decir que roza la perfección. Hace unos meses llegaron al extremo de comparar el lío de la asesora monclovita con que un asesor y actual diputado acompañara de compras a la mujer de Rajoy. La chorrada no tuvo recorrido, porque era un comentario tan inconsistente y homofóbico que causaba vergüenza ajena. Con una frivolidad infinita pasaron a filtrar que el padre de Rajoy era atendido por sanitarios en los momentos finales de su vida. Fue tan indigno que no tardaron en callar. En estos tiempos de radicalismo, frentismo y degradación de la política y las instituciones, Sánchez piensa aguantar hasta 2027 pase lo que pase.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)