Al portador
Elogio inútil del bipartidismo un día de canícula y reflexión
El bipartidismo, aunque imperfecto, fue un éxito en España y no habría que temer –mañana hay una oportunidad–, sino todo lo contrario, su regreso
Cándido Muñoz Cidad, catedrático de Economía de la Complutense de Madrid, publicó en 2015, un libro delicioso, «Las bicicletas de Amsterdam», en el que sostenía que «en nuestra sociedad se repiten afirmaciones cuya reiteración parecen hacerlas veraces, aunque disten mucho de serlo o, cuando menos, son susceptibles de análisis más precisos». El autor se centraba en temas económicos y, por eso, lo subtituló: «Falacias y paradojas económicas». Su tesis principal puede extenderse a otros muchos ámbitos, también a la política y a la supuesta «maldad democrática» del bipartidismo, ese que en una versión bastante imperfecta, dio a España los años de más prosperidad, progreso y bienestar. Nadie lo ha estudiado en profundidad, pero desde que fue puesto en cuestión, a finales de la primera década del siglo XXI, para luego entrar en crisis, España se estancó en renta per capita, productividad y, en definitiva, en bienestar. Puede ser una coincidencia, pero también puede tener algo que ver. Nada en la historia política, reciente y pasada, avala la superioridad de un sistema multipartidista sobre otro bipartidista. Todo lo contrario. Los países más estables y prósperos del mundo, casi sin excepciones, viven en el bipartidismo: EEUU, Reino Unido, Alemania, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Francia, en donde durante un cuarto de siglo frenó a los ultras de Le Pen, gracias a un sistema electoral mayoritario.
Rosa Díez fue la primera en tener un cierto éxito en la anatematización del bipartidismo, quizá porque con su desaparecido UPyD no lograba más que unos pocos escaños. Luego Podemos retomó esa antorcha y todos los partidos pequeños incapaces de sumar muchos votos. Querían más proporcionalidad porque como explica Torsten Persson, premio BBVA Fronteras del Conocimiento, «la representación proporcional fomenta que haya más partidos». Casi todo se reduce al sistema electoral, más proporcional o más mayoritario. Todos son democráticos y todos permiten obtener la mayoría de los votos, pero el mayoritario facilita la gobernabilidad. Quejarse de poca representación por falta de proporcionalidad es excusa de perdedores y minorías que quieren más poder del que les dan los ciudadanos. El bipartidismo, aunque imperfecto, fue un éxito en España y no habría que temer –mañana hay una oportunidad–, sino todo lo contrario, su regreso. Su demonización, siempre interesada, no deja de ser una de esas afirmaciones reiteradas, que no por eso son ciertas, como indicaba –hay que hojear su libro– Muñoz Cidad.
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