
El buen salvaje
Emigrantes
Pedro Sánchez ha ideado una lotería trucada en la que solo él decide dónde cae el gordo
La tómbola del reparto de emigrantes es la mayor vergüenza humanitaria que podía ocurrírsele a un Gobierno que se dice de izquierdas pero que en realidad es un Orbán selectivo, un Trump que pacta hacer de Cataluña la ensoñación de un resort. Canarias y Andalucía, invadidas cada día por pateras y mafias de la desgracia ajena, y el resto de comunidades que no están gobernadas por nacionalistas, reciben la buenaventura de esta zurda de ética hirsuta. Más menores inmigrantes porque así lo quiere la xenofobia de Puigdemont, el mismo que ha dejado que Salt se convierta en la hoguera de sus remordimientos.
No hay catecismo, por muy creyente que se sea de esta autocracia gubernamental, que explique el laberinto ideológico y sentimental por el que hay que pasar para decir amén. A ver cómo explica la progresía, tan dada a los golpes de pecho, a los discursos llorones de los Goya, y al buenismo bien, esta frontera de odios cruzados. Porque la verdad es burda: la necesidad de unos votos ultra. Tanto los de Junts como los de Vox.
En lugar de trazar una política migratoria sensata que hable de frente a los españoles, cansados del descontrol y de las paguitas que duelen en comparación, Pedro Sánchez ha ideado una lotería trucada en la que solo él decide dónde cae el gordo, que ya no está repartido como antaño, sino que toca donde están los malos, por ejemplo, en Madrid. Qué casualidad. ¿Está de acuerdo Óscar López con esta solidaridad bastarda?
En lo moral, es lo mismo que hace el presidente norteamericano con Bukele; allí se privatiza la política penitenciaria y aquí se deshace la de extranjería según la frontera interior, que va siendo como los monólogos de Tolstoi o de Joyce, un nuevo género folclórico por el que la Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, sino del norte de África. Como en aquella célebre portada de Anson, los canarios están que trinan mientras los demás nos sentimos como gallinas violadas, que diría una activista vegana tocada por el delirio.
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