Opinión

Escrutando los signos de los tiempos actuales

La actualidad política nacional e internacional es pródiga en noticias e informaciones de todo tipo y no precisamente abundantes en proporcionar motivos de alegría, paz y confianza

Mañana 6 de diciembre es jornada festiva oficial en toda España, conmemorando esta fecha de 1978 en que, mediante referéndum, una abrumadora mayoría de españoles dio su apoyo a la Constitución vigente. Asimismo, dos días después, el viernes 8, es la gran fiesta litúrgica y oficial de la Inmaculada Concepción, Patrona de España –y de nuestra «fiel Infantería»– y que es una fiesta marcada en el corazón de muchos españoles y no solo de los católicos. Nuestra Historia tiene muy arraigada esa devoción al tratarse de un privilegio Mariano y exclusivo, del que solo goza Ella en toda la humanidad y por el que nuestra Nación combatió incansablemente durante siglos. Así quiso reconocerlo el propio Papa beato Pío IX al definir como verdad divinamente revelada su «Inmaculada Concepción» en 1854. Y como prueba de gratitud, poco después de definir el Dogma, quiso que su primer monumento se erigiera en Roma –la entonces capital de sus todavía Estados Pontificios– precisamente en la «Plaza de España». Por tanto, resulta evidente que es muy anterior en el tiempo esta fiesta a la de la Constitución, coincidencia que conlleva que la proximidad de ambos festivos signifique en esta ocasión no ya uno más de tantos «puentes» festivos como componen nuestro calendario laboral, sino un auténtico «acueducto» al que algunos han querido denominar como el de la «Inmaculada Constitución». La actualidad política nacional e internacional es pródiga en noticias e informaciones de todo tipo y no precisamente abundantes en proporcionar motivos de alegría, paz y confianza, lo que alienta la difusión de mensajes apocalípticos y desgracias no pequeñas entre la población. A la larga guerra entre Rusia y la OTAN en tierra de Ucrania, y que va camino de tres años de duración, se le ha sumado desde la fecha de la crucial batalla de Lepanto y fiesta de la Virgen del Rosario –siete de octubre– una no menor en gravedad entre Israel y Hamás. Este desolador escenario humanitario internacional es un espejo al que mirarse para contemplar hasta qué punto vivimos en un mundo tanto más desarrollado cuanto más deshumanizado. En 1917 en Fátima, se avisó al mundo que «las guerras son consecuencia de los pecados de los hombres» y que si no había conversión, «vendría una guerra mayor». No hubo conversión ninguna y vino la Segunda Guerra Mundial. Estamos inmersos en una gran batalla espiritual, de la que las guerras son su dramática consecuencia. Avisar del muy grave peligro al que la humanidad está expuesta no es ni conspiranoia, ni jugar a aprendices de profetas. Es sencillamente escrutar los signos de los tiempos actuales.