Tribuna

España en Atenas

Un proyecto así es necesario y tendrá una enorme relevancia para fundamentar el papel de España en el escenario mediterráneo

Las relaciones culturales entre España y Grecia van más allá del amor a la Atenas de Pericles o la fascinación por las grandes gestas de Alejandro Magno: hunden sus raíces en un importante legado cultural que incluye a todo el Mediterráneo y que se manifiesta por medio de las relaciones de influencia mutua desde la Edad del Bronce hasta la actualidad, pasando por momentos de mayor intensidad como el periodo romano, o buena parte de la Edad Media en la que, además de la especial conexión que existió entre Bizancio y la España musulmana y la presencia de comunidades sefardíes en distintos puntos del Egeo, hay que destacar la huella dejada por la ocupación aragonesa de distintos puntos de Grecia Central y del Mediterráneo Oriental.

Cualquiera que llegue a Atenas en vuelo directo desde Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad española, inmediatamente se dará cuenta de que no se encuentra en un país totalmente extranjero, donde, a pesar de contar con un idioma y, más importante, con un alfabeto distinto, los contrastes son bastante menores que las similitudes. Esta sensación, que se intensifica al ir en autobús o taxi hasta el centro de Atenas y pasar por el paisaje salpicado de olivares y viñedos del Ática, no abandona al ciudadano español durante su estancia en toda Grecia y tiene una importante razón de ser: compartir una historia común en torno al Mediterráneo.

Desgraciadamente, hoy en día está excesivamente generalizada la idea de que las actuales divisiones geográficas responden a factores naturales, olvidándonos que en realidad se trata de meras delimitaciones políticas, que en general nada tienen que ver con límites geográficos y que en muchas ocasiones se ven desbordadas por la existencia de pautas culturales comunes. Debemos admitir que en este mundo siempre han existido redes de conectividad económica, cultural o religiosa, a las que en muy pocas ocasiones les frenan nuestras fronteras nacionales.

Un perfecto ejemplo de ello ha sido el mar Mediterráneo a lo largo de toda su historia, una historia común a todos los territorios bañados por el mismo. El Mediterráneo en muy pocas ocasiones ha actuado como barrera, sino todo lo contrario, ha sido una autopista de ideas, bienes y personas, que potenció e impulsó a las gentes que han vivido en torno a sus riberas. Esto lo supieron perfectamente aquellos navegantes griegos que crearon colonias tan bellas como Ampurias en una zona en la que varios ríos confluían con el mar y conectaban el interior ibérico con el mundo de las grandes civilizaciones de la Antigüedad, pero también fue muy bien entendido por los comerciantes gaditanos, que ya desde el siglo V a.C. llevaron sus afamados salazones a lugares como Atenas o Corinto, por los ejércitos bizantinos que siglos más tarde emprendieron el camino de vuelta y reconquistaron en nombre de Justiniano gran parte de la costa española a los reyes visigodos, o por los andalusíes que ocuparon Creta en los siglos IX-X o incluso por los aragoneses y catalanes que establecieron un ducado en la vieja Atenas a principios del siglo XIV. Aprender de estos viajes y de las gentes que los realizaron sigue resultando fundamental para poder entendernos a nosotros mismos.

A pesar de la distancia, el este y el oeste del Mediterráneo han estado siempre altamente conectados pero esta historia de intercambios, que ha forjado nuestras identidades, no está adecuadamente estudiada pues desborda las dinámicas nacionales de los países ribereños. En este sentido, la existencia de una Escuela Española de Arqueología, Estudios Clásicos, Medievales y Modernos, se muestra como una gran oportunidad no sólo a nivel científico, demostrando el alto nivel actual de la investigación humanística española y ampliando necesariamente su visibilidad internacional, sino también a la hora de propulsar sinergias entre dos estados, España y Grecia, con un pasado y un futuro común que orbita en torno al Mediterráneo. Cultivar este espacio de encuentro es mantener un eje a la vez cultural y económico, y por lo tanto político que sea una alternativa europeísta a nuevas dinámicas geopolíticas que, como la Nueva Ruta de la Seda, basan su estrategia cortoplacista en el exclusivo factor económico.

A lo largo de los últimos cien años han existido varios intentos de crear una Escuela Española en Atenas, de disponer de una sede de prestigio en una de las principales capitales culturales del Mediterráneo. Desgraciadamente, debido a distintos motivos que no siempre tienen que ver con las necesidades de ambos países, sino con sus entresijos internos, ninguno de estos intentos llegó a materializarse. Actualmente, por medio de un grupo de trabajo constituido dentro de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, con el apoyo de numerosas universidades (Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Sevilla, Universidad de Barcelona, etc.) y de centros de investigación, principalmente el CSIC, estamos intentando abrir dicha sede española en Atenas. Contamos también con el respaldo de instituciones privadas como la Cámara de Comercio española en Grecia, la Fundación Palarq, o el BBVA entre otros, así como de organismos estatales vinculados a los distintos ministerios, empezando por el de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, y siguiendo con el apoyo del Ministerio de Cultura, y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, así como de una amplia nómina de sociedades culturales de distinta índole.

El momento es especialmente propicio tanto por la situación política mediterránea como por el nivel de excelencia alcanzado por la investigación española. Un proyecto así es necesario y tendrá una enorme relevancia para fundamentar el papel de España en el escenario mediterráneo. Con la creación de esta escuela estaríamos imitando el éxito de aquellos griegos que se lanzaron al Mediterráneo y conectaron puntos tan distantes como Creta y Huelva, Focea y Ampurias, o Delos y Cartagena, dejando un importante legado de cooperación y estableciendo nuevas redes de comunicación dentro de un espacio que nos es común y que ha de serlo para nuestras futuras generaciones.