Apuntes

Gibraltar español, pero con un buen garrote

Lo único que siempre nos ha servido con los ingleses es poner más cañones que ellos encima de la mesa

El colonialismo británico chuleó a los chinos durante más de un siglo y se hizo con una península estratégica en la Bahía de las Perlas, lo que dio lugar a Hong Kong, emporio económico con el pecado original del tráfico forzado del opio. A la China imperial decadente le fueron amputados otros puertos y enclaves por las potencias occidentales. Si nosotros, desde las Filipinas, abrimos un comercio justo con los chinos, que se desvivían por la plata de México –la aventura del Galeón de Manila, la mayor ruta marítima del mundo entre América y Asia durante más de dos siglos ha caído en el olvido–, los ingleses y norteamericanos emplearon la «política del gran garrote» y abrieron a cañonazos los mercados de China y, también, de Japón.

Pero un día llegó Mao, instauró un comunismo sangriento, sí, pero puso las primeras piedras de un nuevo imperio. Y en 1997 resultó que como China tenía más cañones y cabezas nucleares que el Reino Unido, dominaba buena parte de la economía mundial y tenían la voluntad política de imponerse pues los ingleses hicieron las maletas y se largaron de Hong Kong, metrópoli y centro financiero que ya tenía siete millones de habitantes. Hicieron el paripé de un estatus de «región administrativa especial», con el que salvaguardar los derechos democráticos de sus habitantes, que, por supuesto, con paciencia confuciana, Pekín ha acabado pasándose por el arco de triunfo, como atestiguan los presos de conciencia que trataron de defender en las calles las libertades públicas que los comunistas les estaban arrebatando. Por cierto, sin que Londres hiciera algo más que lo meramente declarativo porque, ya lo hemos apuntado, China tiene ahora un garrote más grande.

En el caso de Gibraltar, es España la que tiene un garrote pequeño, lo que significa que el chuleo británico va a ir para largo. Podemos consolarnos cantando «Gibraltar español» a modo de puteo, que a los ingleses les molesta bastante llevar 60 años sin ganar una final de fútbol, y podemos arrojarnos a la cabeza el problema de la Roca unos a otros, según soplen los vientos políticos, pero, mientras, la colonia británica sigue creciendo, incluso ganando tierra al mar como si fueran holandeses, la comarca de Gibraltar se empobrece, los «llanitos» ricos compran casas en Sotogrande y en Algeciras y en La Línea el único negocio rentable de verdad es el tráfico de hachís. Es cierto que Franco les hizo la vida un poco más incómoda con el cierre de la Verja, pero, me temo que, en el marco de las negociaciones del Brexit con la Unión Europea, los británicos, que ahora muestran cara de buenos otra vez, volverán a salirse con la suya.

Y no es cuestión de culpar al ministro Albares que, si bien no es, precisamente, una lumbrera, carece del único instrumento que ha servido, sirve y servirá a la hora de tratar con los ingleses: un buen garrote, a ser posible mucho más grande que el suyo. Lo demás son discusiones retóricas que sólo llevan a la melancolía o gritos eufóricos que, en estos tiempos absurdos, lo mismo te cuestan una sanción de la UEFA de dos partidos. Porque a Londres, la opinión de los gibraltareños le importa lo mismo que la de los hongkoneses, entregados sin pegar un tiro a la tiranía comunista de Pekín. Así que hay que decidir. No hacer nada y seguir gastando el presupuesto del Estado en la lucha contra los narcos del Estrecho o convertirnos en potencia nuclear y poner sobre la mesa el gran garrote.