El trípode
«No me hablo con los cerdos, pero…
No es ningún secreto el desapego con el que Sánchez se dirige siempre al partido que lidera la oposición, dedicándole todo tipo de epítetos impropios de una relación que cuando menos debería guardar la corrección necesaria
…me como sus jamones». Ya tuvimos ocasión de comentar ese dicho que resume muy gráficamente la conducta de quien pretende sacar beneficios de un tercero sin querer mantener relación alguna con él, ni tan siquiera para agradecer a su benefactor el favor obtenido. Lo comentamos con ocasión de la compleja relación entre Vox y el PP condenados a entenderse para hacer posible una alternativa al sanchismo, y ahora podemos volver a aplicarlo a la actitud que mantiene Sánchez con el PP. No es ningún secreto el desapego, por definirlo en «términos suaves», con que se dirige siempre al partido que lidera la oposición, dedicándole todo tipo de epítetos impropios de una relación que cuando menos debería guardar la corrección necesaria. Y esto es debido al papel que al parecer le asigna a la oposición, que es la de sacarle del problema causado por sus socios podemitas con los que mantiene, para permanecer en La Moncloa, una relación de amor-odio propia de un mero matrimonio de conveniencia, al coste de un deterioro institucional insostenible.
En vísperas de la presidencia española pro tempore del próximo semestre, la imagen de un presidente al frente de un Gobierno con cinco ministros comunistas en su seno no es la mejor tarjeta de presentación. Porque no puede olvidarse que el Parlamento Europeo en una Resolución de septiembre de 2019 condenó al nazismo y el comunismo como dos «ideologías totalitarias causantes del genocidio de millones de ciudadanos europeos en el siglo XX».
Fue el PP quien le salvó la cara a Sánchez durante la Cumbre Atlántica del pasado año, en donde como país anfitrión tuvo ocasión de lucirse ante los dignatarios mundiales al poder asumir los compromisos adoptados en materia de inversión y gasto en Defensa, que sus socios comunistas no aceptaron ni aceptan. Invocar el «sentido de Estado» sería válido ante un Gobierno «normal», pero lo que tenemos es una anomalía en Occidente y por supuesto aquí. Pretender gobernar España teniendo como socios y aliados a comunistas y a partidos cuyo proyecto es destruir la Nación española, es una contradicción existencial, de tal forma que el sentido de Estado debe priorizar cuanto antes el desalojo del sanchismo de La Moncloa. La situación en la que nos encontramos supone que la agenda ideológica aborto, eutanasia, ideología de género, educación, memoria democrática... es aprobada con los suyos y, cuando no puede, con el PP que sale a su rescate.
No tenemos un Gobierno de coalición, sino una coalición de gobiernos unidos por el mero disfrute del poder.
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