Eduardo Inda

Habrá más Ferroviales si continúa Sánchez

La explicación que ofrece el dueño de esta pedazo de empresa es de cajón: «En España no hay seguridad jurídica»

La de empresario se ha convertido en una profesión de riesgo en España. Cosas del resentido, embustero y bolivariano imaginario colectivo que se ha impuesto de una década a esta parte, que es cuando los sicarios de Chávez y Maduro empezaron a ser alimentados por Soraya para jibarizar a un PSOE que estrechaba márgenes en las encuestas por culpa de las corruptelas del PP. Tipejos verborreicos como Iglesias, Karate kid Errejón, Echenique, Irene Montero y sus mariachis metieron en el cuerpo de los españoles el concepto de que ganar dinero está mal, aunque la procedencia sea lícita, poseer una buena casa una golfería porque lo que mola es ser okupa, llevar a tus hijos a un colegio privado o concertado un gesto de insolidaridad y respaldar las bajadas de impuestos un tic fascista. El problema es que este cambio de mentalidad colectiva no está de visita, vino para quedarse. Entre otras razones, por el trabajo sucio hecho por no pocos medios cuyos directivos, con sueldos de seis ceros, consintieron esta suicida demagogia que casa a las mil maravillas con el pecado nacional por antonomasia: la envidia. Y funcionó. Vaya si funcionó. Al punto que hoy día una persona que decide emprender un negocio es un egoísta; y uno que se ha hecho a sí mismo desde la nada, un candidato a que le cuelguen el sambenito de «ladrón, explotador y mafioso». Que se lo digan a Amancio Ortega, que fue linchado por los vagos y maleantes de Podemos por regalar máquinas anticáncer valoradas en 600 millones a la Sanidad pública. O que se lo cuenten a otro genio, Juan Roig, que ha generado 100.000 empleos y paga más que la media y es vilipendiado día sí, día también, por una Montero y una Belarra que no han hecho nada de provecho en su vida. Ahora esta panda de jetas que vende consejos que para ellos no tienen, ahí está el casoplón comprado a increíble precio de saldo por la marquesa y su machistoide parejita, y el podemizado Sánchez la han tomado con Rafael del Pino por trasladar la sede de Ferrovial fuera de España. Concretamente, a Países Bajos. Una decisión tan legal como legítima en una Europa que tiene en la libertad de movimientos y capitales uno de sus ejes cardinales. La explicación que ofrece el dueño de esta pedazo de empresa es de cajón: «En España no hay seguridad jurídica». Argumento que comparto al 100% y que nos aproxima a esa Argentina, a ese México y a ese Chile en los que el capital ni está ni se le espera porque las reglas de juego no están claras o son susceptibles de ser reinterpretadas por el autócrata de turno cuando te niegas a pasar por caja. Del Pino se va básicamente por eso. Pero no sólo. Hay otros dos motivos: uno explícito y otro implícito. La primera es que se muda al Dow Jones. Normal. El Ibex está hecho unos zorros. Cualquier multinacional patria tiene una penalización del 30% en su capitalización bursátil por el mero hecho de cotizar en una plaza que ya no es de fiar por culpa de este Ejecutivo socialcomunista. La segunda es perogrullesca: ese impuesto a los ricos, que recauda muy poco y recuerda peligrosamente a los del narcodictador venezolano. Por no hablar del temor existente entre las compañías de construcción y servicios que sospechan que, tras bancos y energéticas, serán los siguientes en ser sableados por este Gobierno antisistema. Aseguran los periodistas de cámara sanchistas que no se irán más empresones made in Spain. Mienten: si repite Sánchez, se largarán todas. No es opinión, es información.