Opinión

Hoy, Tomás Moro, mártir de la conciencia

Cada 22 de junio celebramos a un gran santo y mártir de la conciencia, proclamado por el Papa san Juan Pablo II «patrono de los gobernantes y de los políticos»

Cada 22 de junio celebramos a un gran santo y mártir de la conciencia, proclamado por el Papa san Juan Pablo II «patrono de los gobernantes y de los políticos». Fue en noviembre del año 2000, en el marco de la conmemoración del gran Jubileo por la entrada de la Iglesia en el tercer milenio. Dotado de gran ingenio, en 1516 escribió una obra de gran riqueza filosófica, teológica y política, referencia obligada en todo el pensamiento de Occidente: «Utopía».

Sir Tomas Moro fue un hombre extraordinario que ejerció la abogacía y la política –es también patrono de los juristas–, desarrollando una carrera exitosa que acabó llevándole al parlamento inglés en 1522. Su brillantez atrajo la atención del Rey Enrique VIII, que le llamó a su lado, alcanzando junto a él la máxima responsabilidad como Lord Canciller del Reino.

Su caída política y su muerte por decapitación se precipitaron por no someter su conciencia a la voluntad del Rey de divorciarse de su esposa Catalina de Aragón –hija menor de los Reyes Católicos–, contrariando así la decisión del Papa y provocando la ruptura con Roma, tras lo cual se autoproclamó cabeza de la nueva y cismática Iglesia Anglicana.

Las cartas que Tomás Moro escribió a su hija Margarita consolándola desde la prisión en la Torre de Londres, donde aguardaba su ejecución, son una referencia inolvidable: «Nada puede pasarme que Él no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor». Sus acreditadas fina ironía y sentido del humor quedaron inmortalizados en las palabras que le dirigió al verdugo que le asistió para subir al cadalso: «Ayúdeme buen hombre a subir, que para bajar me bastaré yo solo». Después, tras colocar su cabeza para ser decapitado, le pidió que le apartara la abundante cabellera para que no fuera también guillotinada. Sus últimas palabras fueron: «Muero leal al Rey, pero ante todo a Dios».

En la clausura de la «Asamblea mundial de los políticos por el Jubileo» celebrada en el aula Pablo VI del Vaticano, ante miles de políticos católicos y también anglicanos, luteranos, judíos y musulmanes de todo el mundo, en la víspera de su solemne proclamación como patrono, san Juan Pablo II recomendó imitar a Tomás Moro, destacando especialmente cuatro de sus virtudes: «Fortaleza, buen humor, paciencia y perseverancia». En estos tiempos «recios» –que diría la gran santa de Ávila– que vivimos, Tomás Moro es un ejemplo del ejercicio de la política que, rectamente ejercida como servicio al bien común, «puede ser una forma eminente de práctica de la caridad».