El trípode

La inimaginable distopía Sanchez & Puigdemont

Parece propio del guion de una novela distópica propia de Orwell o Huxley; imaginar en octubre de 2017 que la cabeza de aquel golpe, -organizado con premeditación y alevosía

En Barcelona, transitando todavía por el «acueducto» navideño y haciéndolo hoy por su último «arco» con la tradicional fiesta de San Esteban, tuvimos ocasión de ver al Rey en su tradicional mensaje de anteanoche, en Nochebuena. En muchos aspectos, con lenguaje distinto pero con similar claridad y firmeza nos evocó al que ya se encuentra en nuestra Historia contemporánea: el dirigido a los españoles el 3 de octubre de 2017. Aquel era un momento de singular gravedad, con España sumida en una situación similar a la del 23-F de 1981 aunque con protagonistas y métodos diferentes. El de 1981 lo protagonizó un Jefe de la Guardia Civil como cabeza visible de un grupo más amplio de civiles y militares que habían considerado era preciso cambiar el gobierno y hacer frente de otra manera al acoso del terrorismo etarra y al que consideraban «desguace» de la Nación.

Aquel golpe de mano, intento de un golpe de Estado «convencional», fue abortado por el Rey Juan Carlos en su intervención televisada de aquella jornada, actuando como Jefe del Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. En 2017, el golpe de Estado fue menos convencional y más propio de ser calificado como de esta etapa next generation 2.0, organizado valiéndose también astutamente de la tecnología digital y dirigido desde la presidencia de la Generalitat. Pero no por ello menos grave, sino todo lo contrario, por atentar frontalmente contra el fundamento mismo de la Constitución: «la indisoluble unidad de la nación española». Anteayer no estábamos en ninguno de esos dos dramáticos escenarios, sino en un tercero, menos dramático en apariencia, pero no menos peligroso, al tener los golpistas de 2017 en sus manos al mismísimo gobierno de España. Vivimos un tiempo de esos que merecen la calificación de «superar con su realidad a la imaginación». Parece propio del guion de una novela distópica propia de Orwell o Huxley; imaginar en octubre de 2017 que la cabeza de aquel golpe, -organizado con premeditación y alevosía- sin responder de sus actos ante la Justicia por estar huido de ella, se convertiría desde su autoexilio dorado en el auténtico amo del gobierno de España al decidir él la investidura de su «presidente», su permanencia en la Moncloa y su programa. Además con la contraprestación de una amnistía redactada «a la carta» por el prófugo como uno de los dos principales beneficiarios, y fiscalizando el programa del gobierno de España en el extranjero, por ellos dos, con un auditor salvadoreño especializado en acuerdos con las FARC. Esa inimaginable distopía es hoy una realidad con Sánchez y Puigdemont.