Opinión

Inteligencia (Artificial)

Ni comparto el catastrofismo de los que piensan que la IA va a destruirnos ni la alegría de los que auguran el final de los grandes problemas

Decía Umberto Eco que ante los grandes cambios surgen dos tipos de personas: los apocalípticos o los integrados. Los primeros no ven más que desgracias y calamidades en los avances tecnológicos mientras que los segundos asimilan estos cambios con naturalidad, y en algunos casos, regocijo. El desarrollo reciente de la Inteligencia Artificial ha hecho aflorar estas dos categorías de personas de una manera meridiana. Ambos predicando simultáneamente «los placeres y los peligros» que los diminutos bots pueden traer a nuestras vidas. Personalmente, ni comparto el catastrofismo de aquellos que piensan que la Inteligencia Artificial va a suplantar a la humana hasta el punto de dominarnos y destruirnos, ni tampoco la alegría de los que creen que va a solucionar los grandes problemas de la humanidad como el cambio climático o la pobreza.

De igual modo me parece exagerada la alarma sobre la posibilidad de que un pequeño bot pueda escribir artículos periodísticos tanto falsos como verdaderos porque es una realidad a la que nos enfrentamos desde hace tiempo y no hace sino más necesaria la labor del periodista. Eso sí la profesión deberá adaptarse a las nuevas tecnologías. Probablemente veamos cómo florecen nuevos departamentos dedicados exclusivamente a discernir el origen y la veracidad de las imágenes y de las informaciones. Una especie de laboratorio forense. Algo que por otra parte conecta con la esencia del periodismo en su permanente búsqueda de la verdad y del rigor de las fuentes. De igual modo que las imágenes fotográficas, que llevan décadas siendo manipuladas mediante "photoshop", no ha cambiado sustancialmente nuestra manera de entender la realidad a través de la fotografía, tampoco estos textos falsos tienen por qué amenazar nuestra visión del mundo. No, al menos, mientras siga existiendo una prensa independiente capaz de contrarrestar esas noticias falsas. Me decanto por pensar que de la misma manera que las calculadoras no acabaron con la profesión de los contables, sino que al revés la proyectaron hacia una profesión más sofisticada y compleja; la inteligencia artificial hará probablemente lo mismo con las profesiones susceptibles de emplear sus servicios que, me atrevería a decir, serán prácticamente todas.

Por lo tanto, lo lógico es pensar que como cualquier cambio, la Inteligencia Artificial trae consigo un nuevo mundo lleno de posibilidades positivas y negativas. Más que suspenderla o prohibirla (pues aquí entra el principio de que si no lo desarrollas tú, lo harán otros) lo que se debe hacer es regularla. La carrera por comercialización de la IA ya ha comenzado entre las grandes tecnológicas estadounidenses y chinas, principalmente. Un estudio del banco Goldman Sachs sugiere que «la adopción generalizada de la Inteligencia Artificial podría suponer un aumento del 7%, o casi 7 billones de dólares, del PIB mundial anual en un periodo de diez años». El negocio en juego es enorme y por eso debe ser supervisado. Las autoridades deben asegurarse de que el potencial de la IA no se utiliza para fines oscuros y si eso ocurre debe ser sancionado. Pero cómo ha ocurrido con otros cambios tecnológicos, lo más probable es que la regulación vaya a remolque. Y ahí está el peligro.