El bisturí

Los jetas de la cultura subvencionada

No hay peor ataque al modelo público que la insuficiencia financiera o la gestión deficiente

A los rostros de la cultura subvencionada se les ve el plumero. Cada vez que se aproximan elecciones y ven peligrar en las encuestas al partido que les nutre de dádivas corren raudos y solícitos a enardecer sentimientos, jalear protestas y espolear a las masas, enarbolando la bandera de la sanidad pública. La misma, por cierto, que evitan pisar cuando les aquejan las dolencias. Adictos a la Rúber y alguno de ellos incluso a clínicas tan elitistas como Mount Sinaí, en Estados Unidos, no dudan en utilizar redes sociales, entrevistas, manifestaciones y ceremonias varias para lanzar arengas, dirigir soflamas y apuntar sus dardos contra supuestas privatizaciones, poniendo el foco siempre, eso sí, en las comunidades gobernadas por el PP y, particularmente, en Madrid, en donde Isabel Díaz Ayuso es la pieza a batir, como antaño lo fue Esperanza Aguirre para los socialistas.

¿De verdad les preocupa la sanidad pública que tanto dicen defender o la utilizan más bien como excusa para hacerle el juego a la izquierda, dentro de un plan preconcebido que se repite elección tras elección, con resultados siempre funestos para el PSOE? Por desgracia para ellos, los datos y los hechos les retratan. Para empezar, los rostros de la cultura subvencionada suelen olvidar que fue el propio PSOE, allá por 1997, el que prestó sus votos a la ley que hoy ampara la gestión privada de centros públicos en cualquier parte de España y modelos sanitarios como el de Alcira, en la Comunidad Valenciana. ¿Es acaso este partido uno de los instigadores de la supuesta privatización? Siguiendo sus razonamientos, eso parece, aunque no digan nada. Tan elocuentes como sus diatribas son sus silencios sobre otras «agresiones» a la sanidad pública cuando se cometen desde el Gobierno, el Ministerio de Sanidad o alguna comunidad regida por la izquierda, porque no hay peor ataque al modelo público que la insuficiencia financiera o la gestión deficiente, que es lo que ocurre ahora en todo el país ¿Dónde estaban, por ejemplo, Almodóvar, Echanove o Antonio de la Torre cuando el Ejecutivo decidió privar de más fondos a la sanidad durante el debate presupuestario para inflar con ellos el capítulo de Defensa? ¿Se manifestaron acaso en Moncloa, Ferraz o frente a la sede de Unidas Podemos? ¿Dónde protestaron cuando la inoperancia de Salvador Illa a la hora de adquirir mascarillas y material sanitario forzó en las primeras fases de la pandemia a médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y administrativos a protegerse con bolsas de basura mientras los pacientes se hacinaban en todos los hospitales? ¿Dónde estaba, por cierto, Almodóvar, cuando Castilla-La Mancha y no Madrid, batía el récord europeo de letalidad por el coronavirus en la primera ola? ¿Por qué guardó silencio cuando en el fragor de la lucha inicial contra el coronavirus la sanidad de su tierra natal batía todos los récords de pacientes en lista de espera quirúrgica, multiplicando casi por cuatro la que se registraba en Madrid? Y, siguiendo con las preguntas, ¿por qué no protesta ahora Carlos Bardem ante el retraso de 500 días con el que llegan a España algunos medicamentos contra el cáncer, cuando antes se desgañitaba contra el PP por la demora en la aprobación de los fármacos contra la hepatitis? ¿Le ha visto alguien a él o a sus compañeros protestando contra el Gobierno socialista de Aragón por los 151 días que tardan sus enfermos en ser operados, cuando en Madrid la espera es de apenas 65 días? Menudos jetas.