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El trípode

Los líderes de la «progresía» mundial con Sánchez

La intervención de Sánchez fue una especie de arenga contra la internacional «ultraderechista» a la que califica de «internacional del odio y la mentira que para nuestra desgracia avanza peligrosamente en ambos continentes»

Cuando -y cual un castillo de naipes, sin violencia ni rearme militar alguno por parte de la OTAN ni de la Europa Occidental- se desplomó, desapareciendo primero el Muro de Berlín en 1989, y a continuación incluso la misma URSS, la gran superpotencia comunista global en 1991, los líderes iberoamericanos comunistas con Fidel Castro de manera destacada fundaron en 1990 el Foro de São Paulo. Se trataba de guardar la bandera roja con la hoz y el martillo y la dictadura del proletariado como estandarte y objetivo político prioritario del comunismo, respectivamente. Acabado el periodo de la guerra fría, comenzaba un nuevo orden mundial unipolar liderado por EEUU con los valores económicos y culturales de Occidente. Años después, en 2019, nacía el Foro o Grupo de Puebla en la ciudad de México que le da su nombre, tras São Paulo de Brasil, y entre sus miembros se encuentran Rodríguez Zapatero e Irene Montero, y reseñan a España entre los países gobernados por miembros de dicho Grupo de Puebla: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, México y Uruguay. Con estos antecedentes políticos se entiende mejor esta nueva gira internacional de Sánchez, ahora por Iberoamérica y que en Santiago de Chile ha tenido un especial protagonismo con su participación en un encuentro de Alto Nivel con los presidentes Boric, Petro, Lula Da Silva y el uruguayo Orsi bajo el título de «Democracia siempre». Y en el que la intervención de Sánchez fue una especie de arenga contra la internacional «ultraderechista» a la que califica de «internacional del odio y la mentira que para nuestra desgracia avanza peligrosamente en ambos continentes». Y además considerando que precisamente les corresponde a los «progresistas» como los allí reunidos encabezar la respuesta frente a ellos. Hasta la desaparición del mito del «paraíso terrenal comunista», el enemigo principal de la progresía era el capitalismo y su economía, encarnados en los patronos y empresarios; y los trabajadores eran sus víctimas como asalariados suyos, los virtuales nuevos esclavos que debían ser liberados de ese pesado yugo mediante la dictadura del proletariado. En el mundo occidental actual del siglo XXI, ese caduco paradigma ha sido sustituido por la amenaza real de una «coalición de intereses entre oligarcas y la ultraderecha». Esa amenaza a la democracia la concretó la declaración conjunta de los cinco líderes progresistas en la desinformación, la desigualdad y en los desafíos de la IA y la tecnología digital. De la corrupción como amenaza a la democracia no se habló para nada.