El trípode
Con él llegó el escándalo
Vale la pena visionar el reglamentario debate en el Parlamento Europeo celebrado en Estrasburgo para rendir cuentas de su actuación durante el semestre en el que ha ejercido la presidencia «pro tempore» española
No nos referimos a esa afamada cinta de Hollywood de 1960 protagonizada por Robert Mitchum, sino a otra «película» más actual, y real como la vida misma, para nuestra desgracia. Al protagonista la interpretación parece dársele bastante bien, ya que puede representar un papel y el contrario con la misma aparente autenticidad. Lo hace sin inmutarse, pasando de defender una determinada posición política, a mantener la contraria alegando que, sencillamente, es un «cambio de opinión». Es capaz de pasar de marcar unas determinadas líneas rojas infranqueables en su política de pactos con otras formaciones, a saltárselas con premeditación, alevosía –y nocturnidad en Waterloo– por medio de su amigo Cerdán.
Ahora su fama ha traspasado nuestras fronteras, y ya es conocida su acreditada fortaleza en mantener sus convicciones en «Tierra firme». Vale la pena visionar el reglamentario debate en el Parlamento Europeo celebrado en Estrasburgo para rendir cuentas de su actuación durante el semestre en el que ha ejercido la presidencia «pro tempore» española, y no por su gran labor para la UE ni para nuestro país, sino para darse cuenta de su reputación y, con ella, de la nuestra. En el debate con el alemán Manfred Webber, portavoz del PPE, el grupo mayoritario de la Cámara europea, quiso hacerle ver quiénes eran los aliados del PP en España, que «están dando nombres a las calles de personas vinculadas con el pasado régimen», preguntándole si le gustaría que hicieran lo mismo con el nazismo. A continuación, se ausentó no escuchando la réplica del portavoz del PPE, que sin duda conoce mejor que él lo que era el Tercer Reich. Mientras, como vigilante suyo, esperaba su turno de intervención su socio Puigdemont, prófugo de la Justicia y convertido en su jefe político.
Jordi Turull, secretario general de los de Puigdemont, ya indultado con anterioridad para permitirle residir en La Moncloa y viajar en Falcon, le advierte que está comprometido un próximo encuentro de ambos en el extranjero, y que no será una simple fotografía, motivo por el que no posaron en la Eurocámara para la posteridad. Turull considera que la portavoz de su partido en el Congreso «se ha quedado corta» con su injuriosa descalificación efectuada desde la tribuna del Congreso a varios magistrados españoles ante el «lawfare» que les aplican. Eso estando «solo» indultado, por lo que habrá que prepararse para cuando estén autoamnistiados. En cuanto a los pactos con los «progresistas» de Otegi, el espectáculo no ha hecho más que empezar en Pamplona. Con Sánchez ha llegado el escándalo Frankenstein.
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