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Editorial

Marlaska, el eslabón más débil del sanchismo

Hoy publicamos que Sánchez lo señaló en un chat con su ejecutivo por no anticipar el informe de la UCO contra Santos Cerdán. Más que de un ministro, hablamos de un agente sanchista

La crisis de gobierno se ha convertido en una suerte de elefante en la habitación con el sanchismo. Era siempre el desenlace lógico a la excepcionalidad crónica que ha caracterizado al régimen, pero que el presidente ha esquivado. Únicamente ha recurrido a los cambios de titulares de carteras de manera forzosa como consecuencia de nuevos destinos en Europa o por liderazgos regionales o locales. Sánchez ha evitado por encima de cualquier otra circunstancia, incluido el interés general, los relevos en su equipo como respuesta a crisis o desgastes extraordinarios. Si fuera por la contestación social, el descrédito o la erosión institucional, los gabinetes hubieran sufrido de temporalidad extrema. Pero Sánchez se rige por sus muy particulares patrones e intereses, además de por su concepto de la superioridad y de la explotación inmisericorde de sus colaboradores por agujereada que acabe la dignidad del responsable de turno. En estos siete años hay unos cuantos nombres muy zarandeados por las polémicas, tan leales hacia el líder como desafectos al bien común e incluso a su imagen y figura. Hablamos en plural, pero Fernando Grande-Marlaska, titular de Interior, sobresale por deméritos propios, con reincidencia insólita, entre toda la pléyade de señalados. A nuestro juicio, estamos sin duda ante uno de los más nefastos responsables de Interior de la historia de la democracia con una hoja de servicios diríamos que insuperable en cuanto a su ausencia de dignidad, moral e integridad. Solo con su traición a las víctimas del terrorismo, a las que mintió a la cara de manera fría, y su compromiso probado con una política de favor y privilegio para los terroristas de ETA por encima de las leyes, la memoria y la justicia, habría sido razón suficiente para un retiro deshonroso de la vida pública. Y, sin embargo, no ha sido así, al contrario, bendecido por el manto protector de la Presidencia, cobijado al sagrado de la fiel obediencia. Pese a su condición de juez ha demostrado una relación con la Ley y las normas muy singular que le ha costado notorios reproches en los tribunales, léase el caso Pérez de los Cobos, pero no solo. Cuesta encontrar también uno de sus predecesores con tal negativa y tóxica relación con sus subordinados, Guardia Civil y Policía Nacional, que se ha manifestado en las denuncias y los contenciosos que acumula por un política laboral, institucional y profesional intolerable. Hoy publicamos que Sánchez lo señaló en un chat con su ejecutivo por no anticipar el informe de la UCO contra Santos Cerdán. Más que de un ministro, hablamos de un agente sanchista al que se recrimina no por la inseguridad o la inmigración, sino porque no fue eficiente en el seguimiento a la policía judicial y sus trabajos críticos para el poder. Es el eslabón más débil, una carrera fallida, al que el presidente dejará caer cuando le convenga.