El trípode

Marxismo cultural: de la lucha de clases a lucha de sexos

No es aconsejable actuar considerando que la tierra es plana o sin creer en la aplicación de la ley de la gravedad en ella.

Cuando una sociedad legisla aprobando leyes en contra de la ley natural en aspectos tan fundamentales como la propia condición del ser humano, inventando géneros diferentes al masculino y el femenino que siempre –hasta ahora– se habían considerado como los propios de la condición sexual del varón y de la mujer, puede afirmarse que esa sociedad se ha adentrado en un territorio hostil para una adecuada convivencia social.

Con razón –hasta llegar estos tiempos–, se decía que «el hombre perdona a veces, Dios perdona siempre, pero la naturaleza no perdona nunca», queriendo expresar que ir contra la ley natural es una decisión que comporta siempre consecuencias, y no precisamente positivas, para quien lo intenta. No es aconsejable actuar considerando que la tierra es plana o sin creer en la aplicación de la ley de la gravedad en ella. El libro del Génesis, el primero del Pentateuco del Antiguo Testamento, describe la Creación donde se afirma que «Dios creó al hombre: varón y mujer los creó». Esa realidad natural es compatible, como es evidente, con que las personas puedan tener inclinaciones o deseos sexuales diferentes a los considerados como los propios de su constitución biológica genital sexual de hombre o mujer, lo que es algo que existe desde Adán y Eva.

La conducta que puedan tener esas personas calificadas como homosexuales o lesbianas u otras mixtas, –como las de cualquier otra– no es algo que deba ser objeto de juicio alguno por parte de nadie, ya que «no juzguéis y no seréis juzgados», y solo pertenece a la conciencia de cada persona en particular, mientras esa conducta, como cualquier otra, no viole la ley. Estas premisas resultan necesarias en estos tiempos teóricamente de gran libertad de opinión y expresión pero en los que se impone la «cultura de la cancelación» para todo aquel (o aquella) que ose salir del perímetro delimitado por el dogma de lo «políticamente correcto», del cual, la ideología de género ocupa un lugar privilegiado. La regulación creciente en el derecho positivo de Occidente del denominado «derecho a la autodeterminación de género» es una concreción del marxismo cultural que tras la desaparición de la URSS como faro del comunismo político occidental inunda Europa y América, transformando la «lucha de clases» en una lucha de «géneros y sexos». Esa ideología antinatural se enfrenta a la afirmación del Génesis y le replica al Creador «tú no has creado nada ni a nadie». «Yo soy lo que yo quiero». Las consecuencias de esta antinatural ideología las va a pagar muy caras esta generación.