El buen salvaje

Lo mejor del verano: ligar en Mercadona

La depresión post vacacional se hará más llevadera.

La izquierda rapiña, de piña, que no sabe que no es izquierda sino un simulacro progre del absurdo, pone como ejemplo a Roig, junto a Amancio Ortega, de lo mal que funciona el capitalismo patrio y el demonio que echa fuego desde el mismo centro de España, como si aquí estuvieran las últimas conejeras, que son al cabo parapetos del diablo. Les encanta que vengan los chinos y les den por estribor y que vengan los rusos y les abofeteen el culo y que vengan los venezolanos y les digan «bonita, no recuerdo lo que te gustaba, así que si no te importa comienzo por babor». En fin, la izquierda, si es por una causa justa, se tira por un acantilado porque espera algún día salir en la biografía de los santos. A la parrilla sabemos mejor. Diosito.

Lo mejor que ha dejado el verano que hoy termina oficialmente, es la «happy hour» del ligue en Mercadona. El amor entre latas de atún de almadraba y mejillones en escabeche. A veces he notado un cierto cosquilleo cuando andaba por algún pasillo ignoto aguardando a que un producto me elija. No me lo podía creer, pero sí, resulta que estaba en lo cierto, esas aceitunas me querían asar al vapor y tomarme como si fuera la primera vez. Ir a Mercadona y perderse es lo mejor que le puede pasar a un español medio. Sentirse un caracol entre sus propias babas. A la izquierda seguro que le parece mal descargar en Mercadona la frustración de todo un día, pico y pala, pero ahí está la piña boca abajo en el carrito para deshacer todas sus teorías.

Mercadona no es ya un lugar aburrido donde hacer la compra sino un sitio satiricón en el que además de llenar la nevera comienza una nueva perspectiva (he ahí las revoluciones, es la perspectiva, joder) con la que pasar la tarde, aguardar el tamaño y la forma en que se pone la fruta, soñar con una zona del pan que en realidad es un cuarto de suficientes fantasías eróticas con las que ser felices hasta la próxima poda.

Somos recipientes que guardan unas pocas canciones del verano. En ese contexto, Mercadona es la última tabla de salvación, una vez llegados a la ciudad, donde cobijar el último minuto antes de que el destino sea irreversible. Ay, bellos sin alma, creíais que no teníais escapatoria. Pero está Mercadona. La depresión post vacacional se hará más llevadera. Y esos ratos libres a la hora de comer. La piña, encima, es diurética, perfecta para los excesos de estas fechas que nos hinchan como peces globo de tanta puntillita y tanta puñeterita. El final del verano, en realidad, es el principio. Alguien nos desea. Feliz otoño.