Tribuna
¿Miedo a las políticas de Vox?
¿Cabría objeción alguna en erradicar el adoctrinamiento en las aulas? Entiendo que ésta es otra imperiosa necesidad que apoyarían millones de ciudadanos
Desde la independencia que proporciona variar la orientación del propio voto según las circunstancias, no haber militado nunca en partido político alguno y opinar de acuerdo con la propia conciencia, que suele coincidir con el sentido común y la defensa de los derechos humanos elementales, me dispongo a plasmar en esta Tribuna lo que desconcierta por irracional o indigna porque desdibuja la realidad en nuestra actual situación política y social.
Seguí el recuento electoral del 23J en TV-1 y reconozco que me sorprendió un argumento que entre los analistas presentes generaba, al menos aparentemente, un unánime consenso: «el miedo a las políticas de Vox había sido el factor movilizador del voto socialista «. No cabe duda que la «demonización de Vox» ha sido la estrategia fundamental asumida por todos los partidos, incluido incomprensiblemente el PP. Es cierto que algunos miembros de Vox –huelga nombrarlos- hacen un flaco servicio a la causa actuando como activistas callejeros, incluso en plena campaña, o como voceros de otros tiempos mientras no pocos compañeros de filas son excelentes parlamentarios y no menos excelentes en su resistencia a toda crítica por reiterada o injusta que sea. Tampoco ayuda que Rubén Manso, Mireia Borrás y Víctor Sánchez del Real no permanezcan en las listas de este joven partido y mucho menos que Iván Espinosa de los Monteros, uno de sus más sólidos representantes, no pertenezca a Vox desde hace tan sólo unos días: omito cualquier comentario porque desconozco los motivos.
Dicho esto, hagamos un ejercicio de ecuanimidad, si esto fuera posible. Mucho mayor desprestigio recaería sobre los hombros de un PSOE cuando sus miembros más célebres (Leguina, Vázquez, Díaz, Guerra o González) abominan de las «políticas y pactos» de Pedro Sánchez y sus socios, si sus voces no fueran hábilmente silenciadas. Cuánto más lesionaría la imagen democrática del socialismo al uso –de ser correctamente trasladada a la opinión pública – la alianza electoral con la continuación de Podemos (Sumar), cuya líder y actual vicepresidenta del Gobierno es miembro de número del «Grupo de Puebla». Es decir, prototipo de excepción del comunismo populista más radical, cobijo y centro de operaciones de los narco-dictadores que hunden en la miseria a nuestros países hermanos del otro lado del Atlántico. En las elecciones generales 2019 Sánchez no se atrevió a presentar la alianza electoral con Podemos (que es lo mismo que Sumar), pero el destrozo ético prospera y en 2023 se ha atrevido a hacerlo hasta el impudor: aupando, maquillando y presentando a Yolanda Díaz como su socia predilecta.
En este contexto de premeditada promoción de la mentira y el sectarismo, parece acertada la propuesta del denostado partido que nos ocupa de promover la libertad de expresión oponiéndose a la «cultura de la cancelación» que es exactamente lo que lleva a la desinformación, que nos sojuzga, avocada a la indignación en el mejor de los casos, cuando no al desistimiento o al «borreguismo» de los ciudadanos. Asimismo, apostar por la igualdad de los españoles, sea cual sea el lugar donde viven, también parece un acierto indiscutible, que apoyaría la inmensa mayoría de los ciudadanos de todas las sensibilidades. Lo mismo podría decirse de una política que pretenda impedir el despojar a los padres de la patria potestad: es decir, ¿algún español sensato acepta que «los hijos no son nuestros sino del Estado»? Ninguno, ¿o me equivoco?
¿Cabría objeción alguna en erradicar el adoctrinamiento en las aulas? Entiendo que ésta es otra imperiosa necesidad que apoyarían millones de ciudadanos, porque la evidencia demuestra que el destrozo a niños y adolescentes es una dolorosa realidad que sufren centenares de familias. Por poner sólo un ejemplo, y discúlpenme la licencia, dudo que haya un solo español de bien al que le parezca constructivo enseñar a poner un preservativo en un plátano en clases prácticas de niñas de 9 años. Cabrían más ejemplos –poco académicos, por cierto– para verificar sin reparos esa «corrupción de menores» que sólo un partido se atreve a denunciar.
No me entretengo –por su obviedad– en la oposición a la liberación de violadores y pederastas que la ley de Sánchez tan generosa como irresponsablemente han propiciado. Ni en la apuesta por los derechos de todos –varones y mujeres –, incluido el derecho a la presunción de inocencia. ¿Estas propuestas de Vox dan miedo?: quizá atemoricen a violadores y a personas que incurren en «acusaciones falsas» de malos tratos que –por cierto– no están siendo investigadas «de oficio». Tampoco podemos referirnos a otras cuestiones no menores, por estrictas razones de espacio.
Sin embargo, no puedo omitir la propuesta contraria a la inmigración ilegal del «temido» partido al que estamos dedicando estas líneas, que en realidad pretende desarticular las redes mafiosas que crean falsas expectativas a personas sin techo, sin trabajo y sin hogar para explotarlas en España en diversos aspectos. O esos ocultos acuerdos con Marruecos que propician, entre otras inconfesables cesiones, una inmigración de la comunidad islamista que reciben en Cataluña (y en otras CCAA) 600€ mensuales per cápita incluidos los 7.000 inmigrantes que siguen viviendo en Marruecos. En el caso de matrimonios con hijos la ayuda asciende a 750€ más una subvención para el alquiler de 250€. Y esto es sólo un botón de muestra. ¿Algún español sensato aprueba estas políticas al uso? Confieso que éstas sí dan miedo, mucho miedo.
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