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Y volvieron cantando

Moción de confianza, esa desconocida

La moción de confianza no es un dispositivo de defensa contra lo que pudiera parecer, sino una lanzadera de contrastada potencia para el necesario impulso político

A Pedro Sánchez le queda el clavo ardiendo de ver a Salvador Illa al frente de la Generalitat para poder afrontar esta legislatura que dice querer agotar, con un mínimo de garantías. Aun así y con todo el fuego cruzado al que se está viendo sometido desde el arranque de este mandato era difícil de vaticinar cuando conseguía los votos para su investidura sin poder sacar adelante unos Presupuestos Generales, acudiendo -cuando acude- al Congreso de los Diputados para contemplar el salto en el aire que supone la incertidumbre de sacar o no adelante iniciativas legislativas, con el permanente chantaje de Puigdemont que ruboriza a toda la nación y con el añadido del caso sobre los negocios de su esposa Begoña Gómez que mantiene a gobierno y PSOE al borde del ataque de nervios. Si Sánchez fuera uno de esos gobernantes que permanecen en el poder para ejercerlo y no simplemente para ostentarlo o disfrutarlo, tal vez el círculo más cercano entre su guardia pretoriana monclovita estaría ponderando en estos momentos aconsejarle a propósito de algún resorte constitucional que pudiera desatascar políticamente el atolladero en el que nos encontramos.

La moción de confianza es una perfecta desconocida en nuestra política. Solo se hizo presente en dos ocasiones durante más de dos décadas de democracia; una a cargo de Felipe González en el año noventa cuando ya se vislumbraba su ocaso y la otra protagonizada por Adolfo Suárez diez años antes, superándola incluso a pesar del carajal de la UCD en aquellos días. Es un instrumento que puede resultar de incalculable valor bien utilizado, entre otras cosas porque viene a reforzar e incluso a actualizar una mayoría inicial, que es la que llevó en su momento a un presidente a salvar la prueba de su investidura con los consiguientes apoyos parlamentarios. Tampoco vendría mal para conocer con un mayor grado de certeza los apoyos reales con los que cuenta un gobierno que se mueve día a día a salto de mata con el consiguiente quebranto para el devenir del país. La moción de confianza no es un dispositivo de defensa contra lo que pudiera parecer, sino una lanzadera de contrastada potencia para el necesario impulso político. Se recurre a ella con cierta asiduidad en Europa, pero España es diferente… y sí, tiene toda lógica lo que está pensando, Sánchez no se la juega.