Canela fina

Nichos electorales

«Todos los partidos políticos saben que es necesario consolidar el nicho de sus votos y arañar lo más posible el de los ajenos»

No era difícil anticipar que, unos meses antes de la convocatoria de elecciones generales, los partidos de la coalición mostrarían públicamente diferencias relevantes para asegurarse la fidelidad de sus nichos electorales. Tal vez a través de acuerdos subterráneos, o quizá de forma real, estaba claro que ante la cita de las urnas el PSOE acentuaría su calidad de socialdemócrata y representante del centro izquierda y que Podemos intensificaría la posición de izquierda radical que tantas satisfacciones políticas ha proporcionado al partido de Pablo Iglesias, hasta el punto –conviene no olvidarlo– que llegó a cosechar votos por encima de los 5.500.000.

El debate en torno a la ley de «sólo sí es sí» no pasa de ser una finta política para demostrar las discrepancias políticas de los partidos coaligados. Objetivamente, se trata de una diferencia menor, magnificada por los medios mediáticos afines para que la opinión pública recuerde el nicho electoral que a cada agrupación corresponde.

Significaría perder el sentido de la realidad analizar lo ocurrido como si se tratara de una divergencia insalvable. Pues no. Si el PSOE sanchista ganara el próximo otoño las elecciones sin mayoría suficiente, Pedro Sánchez no pestañearía en tender de nuevo la mano a la izquierda podemita y, por supuesto, al Partido Comunista, enmascarado tras la pantalla de Sumar. Sin descartar, si fuera necesario para la investidura, la puesta en marcha de la inacabable caravana de concesiones a los secesionistas catalanes y a los bilduetarras hasta cerrar la mayoría absoluta parlamentaria.

Estamos en pleno año electoral y todos los gestos políticos y los aspavientos partidistas hay que contemplarlos bajo el prisma del desafío de las urnas. Ya nadie cita ni a Jaime Balmes ni a Donoso Cortés, pero ambos se mostraron siempre especialmente sagaces al analizar la transparencia partidista cuando repican las campanas electorales, haciéndose necesario consolidar el nicho de los votos propios y arañar lo más posible los ajenos.

La política demócrata tiene exigencias que «la hacen translúcida», tal y como afirmaba aquel anciano luminoso que se llamaba Konrad Adenauer, constructor inicial de la Europa de hoy.

Luis María Anson, de la Real Academia Española.