Y volvieron cantando

Nos regarán a millones

Hablamos de una ruptura del principio de igualdad entre territorios y ciudadanos del centenario estado español

Los acuerdos aún no publicitados como sería de desear entre la guardia pretoriana de Pedro Sánchez –muy ajena dicho sea de paso a lo que votan sus bases– y el elenco independentista que no solo se corresponde con la figura de Puigdemont, auténtico protagonista de una inminente investidura en la que estará sin estar, no solo se corresponden con el escándalo político impensable en cualquier momento de nuestra democracia que supone una amnistía a los implicados en el «procés» que zarandea al estado de derecho como haría un poco ortodoxo portero de discoteca a las tres de la mañana, sino con otras nada menores concesiones que irán apareciendo como setas sin prisa ni pausa a lo largo de la legislatura y que –estas sí– van a marcar de manera clara y meridiana el «procés» real, el del desencuentro con corbatas y cuello blanco entre Cataluña e incluso País Vasco con el resto del estado.

No estamos hablando solo de media docena de compromisos acordes con la posibilidad de que el prófugo de Waterloo pueda regresar plácidamente a Gerona sin pasar por el banquillo para reencontrarse con los suyos, ni de la habilitación de una límpida pista para que el soberanismo pueda decirse a sí mismo que lo del octubre de 2017 no era un trampantojo sobre la república de Freedonia puesto en evidencia cuando las facturas de la Generalitat comenzaron a pagarse con la gestión de funcionarios del estado vía aplicación de «155». Hablamos de una ruptura del principio de igualdad entre territorios y ciudadanos del centenario estado español que se corresponde y mucho con el argumento que recientemente me confesaba un dirigente soberanista: «nos van a regar a millones».

La estrategia independentista se ha encontrado en la situación actual –impensable hace años…o meses– con el comodín de no tener que pisar de momento el acelerador de la unilateralidad, sencillamente porque ese empujón –y esto es parte de la citada confesión– vendrá dado forzosamente desde fuera de Cataluña, por los ciudadanos de unos territorios que serán testigos directos de cómo ese «regadío» saldrá de sus bolsillos directamente para financiar la «fiesta», un empujón que, no se descarta fortalecerá el hastío de extremeños, murcianos, andaluces o valencianos con la consecuencia demoscópica de inclinarles a clamar por la ruptura de amarras antes que continuar con el papel de pagafantas. Ergo, la investidura saldrá, pero gratis, lo que se dice gratis…