Biblioteca Harley-Davidson

Nuevos adversarios

Sin darnos cuenta de que estamos confundiendo información con conocimiento

Hemos inventado la inteligencia artificial y con ella, inevitablemente, viene en el paquete –como envés– la estupidez artificial. Como si no tuviéramos ya bastante con nuestra estupidez natural como humanos, ahora que llevábamos por fin un par de siglos en que los científicos sacaban datos fehacientes de la realidad y que sabíamos tras larga espera algo de lo que es ella, vamos a complicar el guiso con la estupidez artificial.

Durante miles de años el ser humano no ha sabido de lo que le rodea, de lo que lo compone, absolutamente nada. Nos moríamos súbitamente entre grandes síntomas inesperados que nos asombraban, sin tener ni la más remota idea de que aquello se debía a un virus, a una célula cancerígena o a cualquier otra cosa existente y común de nuestro mundo. No es extraño que, ante ese desconocimiento de los mecanismos que nos rodeaban, prosperara la superstición, la imaginación y el comercio de explicaciones fabricadas para tranquilizarnos sin base real ninguna. Todas esas explicaciones, como no tenían nada de peso en que apoyarse para ser demostradas, recurrían siempre a los resortes emotivos.

Lo que llamamos ciencia –su gran logro– ha sido limitarse a observar y contabilizar las regularidades de la naturaleza y, cuando algo no cuadraba con la media de ese tipo de acontecimientos, observarlo con más detalle. Por eso mi verbo castellano favorito es «contar» (en todos sus sentidos). Ahora, un sistema autoportante nos va a contar cosas, basándose en la capacidad que le damos de recoger premisas automáticamente, sin darnos cuenta de que estamos confundiendo información con conocimiento. El único modo de precisar exactamente una observación es incorporarle más observadores. ¿Es por tanto posible que, en el futuro, sea una parte de la propia IA quien obstaculice sin pretenderlo la propia recogida de observaciones de la ciencia? De ser así, nos estaríamos encaminando a una de las mayores épocas de superstición (o tecnosuperstición) de la Historia de la humanidad.