Al portador
Otra vez cuarto y mitad de un cierto fraude a los electores
Hay países –y ocurrió en España en el Senado– en los que la dimisión de un parlamentario se sustancia con nuevas elecciones parciales en esa circunscripción allí donde hay sistemas electorales «más accesibles para los ciudadanos»
Eric Holder, que fue Fiscal General de los Estados Unidos en tiempos de Barak Obama, abogaba por «sistemas electorales libres de influencia partidista y que sean más accesibles para los ciudadanos». El origen del enredo actual del escenario político español, incluido el chantaje «indepe», que es lo que es, está en un sistema electoral que abre un abismo entre votantes y elegidos, consagra la dictadura de las minorías y, sin dejar de ser democrático, transparente y legítimo, consolida un «cierto fraude» consentido e incluso aplaudido por los partidos políticos. Alfonso Guerra, al que los palmeros de Pedro Sánchez llaman dinosaurio, como a Felipe González, no critica el sistema electoral, pero sí se queja de que un partido con un 1,6% de los votos sea decisivo.
Meritxell Batet, ex-presidenta del Congreso, fue la número uno de la lista de los socialistas por Barcelona en las elecciones del 23-J. Obtuvo un resultado excepcional, clave para que Sánchez saliera airoso de las urnas. En la circunscripción de la Ciudad Condal, Batet consiguió 13 escaños. Ahora, por razones personales y con todo el derecho, ha renunciado a su acta de diputada y se retira de la política. Es legítimo y nadie debe reprocharle nada. Algo similar hizo también a mediados de agosto Iván Espinosa de los Monteros, número dos de Vox por Madrid. Esas decisiones, sin embargo, evidencian una vez más los agujeros del sistema electoral español. En primer lugar, nada ni nadie puede garantizar que los socialistas catalanes hubieran obtenido el mismo resultado con otro cabeza de cartel, aunque claro, tampoco se puede comprobar. En segundo lugar, Batet deja libre un escaño por el antropólogo Ignacio Conesa Coma, que iba en el número catorce de la candidatura socialista por Barcelona y que no resultó elegido. Nadie duda de su valía pero tampoco parece que los electores socialistas se agolparan en las urnas por él. Es cierto que los votantes optan por listas completas y cerradas, pero –al margen de los amigos y familiares– nadie piensa, ni en realidad elige a la mayoría de diputados que son cooptados por las direcciones de los partidos –de todos–, que son ante quien responden y no ante quien los vota. Cuarto y mitad de un «cierto fraude» electoral. Hay países –y ocurrió en España en el Senado– en los que la dimisión de un parlamentario se sustancia con nuevas elecciones parciales en esa circunscripción allí donde hay sistemas electorales «más accesibles para los ciudadanos» como reclamaba, aunque lo hiciera por otros motivos, Holder.
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