Mar en calma
¿Otra vez?
Tanto dolor injustificable e inútil sigue plasmándose en libros como «ETA: La memoria de los detalles», de Joseba Eceolaza, o «Llueve sobre Intxaurrondo», de Juan Manuel Fernández Millán y Francisco Hermida Bouzas
La quema de contenedores, las bengalas, los petardos y objetos lanzados contra agentes de la Ertzaintza en Bilbao hace apenas una semana, nos llenan de dolor y espeluznantes recuerdos. Otra vez, esos momentos que tanto duelen y que han quedado grabados indeleblemente en nuestra memoria.
Tuve el honor de conocer a Fernando Aramburu en Cibra 2025, el festival que honra el cine y la palabra donde fue premiado, y darle las gracias por su libro «Patria», un éxito rotundo. Su adaptación en HBO han de verla esos jóvenes que piden paz con violencia. Para que no repitan el horror porque, como evoca el libro, «al final nada ha servido para nada».
Cierto que algunos han logrado blanquear su papel y ocupar instituciones pero vivir en «un país de cobardes y mentirosos» no benefició a nadie. Un libro lleno de verdades incómodas que nadie quiere oír: «país de patrias y mandangas», «les tratan de borregos… les dan un arma y a matar». Y ellos se preguntaban: «¿Cómo vamos a liberar a Euskal Herria si ni nosotros somos libres?». «De la cárcel se sale. De la tumba no».
Tanto dolor injustificable e inútil sigue plasmándose en libros como «ETA: La memoria de los detalles», de Joseba Eceolaza, o «Llueve sobre Intxaurrondo», de Juan Manuel Fernández Millán y Francisco Hermida Bouzas, que ayudan a no olvidar. Relatos que ayudan a entender lo que pasó para que no vuelva a repetirse.
La semana que viene verá la luz «Vidas arrebatadas» de Pepa Bueno, que pone el foco en dos niños que sobreviven al dantesco atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987. Su historia, marcada por el abandono institucional, el duelo interminable, el estrés postraumático y la soledad, nos recuerda que el terrorismo no solo mata, sino que rompe vidas para siempre. Pepa da voz a esa otra cara de las víctimas, la de los que quedamos vivos y tuvimos que reconstruirnos.