Sin Perdón

Del pacto del Tinell a la exaltación del sanchismo

«Es inaceptable esa chorrada de los “pactos de la vergüenza” que utilizan Sánchez y sus acólitos mientras pactan con los enemigos de España y de la Constitución»

¿Feijóo ha aprendido la lección? Tengo la esperanza de que haya sido así. El aparato mediático de La Moncloa se dedica a difundir urbi et orbi que Feijóo está acabado. Es curioso, porque ha ganado las elecciones, controla el Senado y tiene un poder territorial enorme. Espero que Sánchez no sea tan ingenuo para creerse las mentiras de su propia propaganda. No hay fisuras en el PP y los barones son leales al presidente nacional. Feijóo tiene potestas y auctoritas. Todos saben que es el mejor candidato. Es cierto que al tándem Barroso y Contreras les gusta el mensaje de crisis interna en el PP, pero, insisto, no hay que confundir los deseos con la realidad. El resultado del 28-J fue un contratiempo para el PP, pero Sánchez habrá conseguido una victoria pírrica si forma gobierno con el apoyo de los 15 partidos de Sumar, los independentistas y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA, más los mercaderes del PNV a los que nunca les compraría un coche porque seguro que tendría algún problema estructural.

La primera lección que habrá aprendido Feijóo es que algunos dirigentes del PSOE son mentirosos y traidores. No son gente fiable. Por supuesto, hay excepciones, pero es incompatible con la teología sanchista. Lo que ha sucedido en Ceuta es la prueba del algodón de que lo único que le importa al secretario general del PSOE es el poder a cualquier precio. No hay ni un atisbo de gratitud al PP por haber permitido que Collboni alcanzará la alcaldía de Barcelona. Fue un error, aunque el dilema era endiablado teniendo en cuenta que no hacerlo hubiera comportado una campaña inmisericorde de los todopoderosos medios de comunicación afines. Inmediatamente se dedicaron a insultar al PP. El acuerdo en Ceuta era razonable para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad, pero Sánchez dio la orden y fue trasladada a la organización socialista de la ciudad autónoma. El objetivo es insistir en que el PP solo puede pactar con Vox. Es decir, la ultraderecha y la derecha extrema.

Esta estrategia funciona porque coincide con los intereses de los voceros del sanchismo. La estigmatización de Vox es la pieza clave. Todavía recuerdo una cena con altos dirigentes de Podemos y uno de ellos llegó muy feliz. Le pregunté por qué y me contesto que habían conseguido meter a Vox en el «redil de la ultraderecha». Le preocupaba que sucediera como en Francia donde el Frente Nacional había entrado en feudos tradicionales de la izquierda. Esto había sido posible porque en ese momento Iglesias y su formación contaban con una gran simpatía en la Prensa. Es la idea fuerza de que cuidado que viene un franquismo renovado que pone en peligro los derechos civiles y las libertades públicas. Un poco más y montan una marcha sobre Madrid como la que lideró Martín Luther King, aunque en este caso acertadamente. Lo que hace el sanchismo son un conjunto de mentiras y manipulaciones para movilizar a un electorado que no tiene simpatía por Sánchez.

Feijóo ha aprendido, también, que su rival mentirá, mentirá y mentirá hasta la saciedad, porque en realidad son cambios de opinión tal como ha sido validado por TelePSOE, el diario gubernamental, los digitales y los gurús mediáticos de la izquierda con sus artículos y columnas. Sánchez es un prohombre sin parangón del progresismo mundial y Feijóo un mentiroso al que vapuleaban de forma inmisericorde. Por supuesto, si consiguiera formar gobierno los conseguidores de La Moncloa, los famosos Migueles, serían los primeros que acudirían presurosos para seguir con sus suculentos negocios. Los poderosos lobbies de la izquierda empresarial y cultural les seguirían en una carrera que eclipsaría la famosa «toma de la tierra» de Oklahoma de 1889. Me imagino a los Migueles montados en carromatos para lograr que les asignaran tierras, aunque al Cubanito le iría mejor un ingenio azucarero. En cualquier caso, lo que se juegan son suculentos contratos y otras sinecuras.

Por supuesto, Feijóo ha aprendido que ni puede ni debe confiar en esa tropa mediática. Es algo que aprendí cuando era joven y coincidía con María Antonia Iglesias en alguna tertulia. Mientras iba en el coche era muy simpática y me decía «Paco, no pareces de derechas», a lo que le contestaba, «lo soy y sin ningún complejo». Cuando llegábamos al plató, cambiaba de actitud y actuaba con la agresividad dialéctica que le caracterizaba. Al finalizar, retornaba la simpatía. Nunca he creído en la superioridad intelectual de la izquierda y sobre todo comparando las trayectorias académicas y profesionales. En este país se denomina intelectual a cualquier personajillo. No hay más que ver a la simpática Elizabeth Duvall que a sus 22 años es una filósofa, periodista, escritora… gracias a su encumbramiento por los medios de comunicación.

El origen de lo que sucede actualmente lo encontramos en el repugnante Pacto del Tinell, cuando se estableció un «cordón sanitario» contra el PP. El último fracaso socialista con la impresionante derrota de 2011 no hizo más que reafirmar a los talibanes del PSOE, ahora convertidos en sanchistas, en esa estrategia contra el centro derecha. Feijóo también ha aprendido que tiene que abandonar los complejos o el buenismo, porque es inaceptable esa chorrada de los «pactos de la vergüenza» que utilizan Sánchez y sus acólitos mientras pactan con los enemigos de España y de la Constitución. El PP no puede llegar a acuerdos con Vox, que es un partido democrático, mientras Sánchez puede hacerlo con los comunistas, los independentistas y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA. No hay más que ver lo que sucederá en Navarra o lo que quiere hacer para seguir en La Moncloa.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)