Fernando Sánchez Dragó

Perdonen que no se me levante

A sus ochenta y tantos presumía de hacer el amor, más y mejor que a los 20, “más veces, más tiempo e incluso más a menudo”

Todo lo libre que puede ser un hombre, “lucho por destrozar el ego”, Sánchez Dragó se definía como humilde y errante, escritor y viajero y rechazaba las etiquetas: “ni dios, ni ley, ni patria, ni rey, ni frontera, ni bandera, a pecho descubierto y desnudo por el mundo”.

Autor de más de cuarenta libros, principalmente ensayos y novelas, casi todos con un fondo autobiográfico, decía que él mismo era su mejor hallazgo en cuanto a personaje novelesco, sin necesidad de exagerar, y que su biografía superaba cualquier ficción.

Apasionado y divergente intervino en las algaradas antifranquistas de finales de los cincuenta, lo que le precipitó a pasar por cinco procesos, un año y medio en la cárcel y siete exiliado.

En los últimos tiempos él mismo se definía como anarco individualista; y el arco de ese interesantísimo personaje que cultivaba en sí mismo pasó del hippypacifismo hasta la condición de liberal y el orientalismo espiritual pasando por el Congreso de los Diputados y la moción de su amigo y compañero de correrías Ramón Tamames. Todo rechazando la dicotomía derecha - izquierda, que le parecía, como a Ortega en su momento, un fenómeno desfasado y rancio.

Mi más sentido pésame a mi querida Ayanta y al resto de sus singulares y talentosos hijos, nietos, ex mujeres, así como a su novia Emma Nogueiro, con la que coincidí en algunas ocasiones, pareja tan inusual como interesante (y divertida).

Este singularísimo escritor no solo escribió obras de la talla de Las fuentes del Nilo, sino que fue alabado por sus compañeras sentimentales como el conseguidor de los mayores orgasmos imaginables en cantidad y calidad.

Contaba, hace no mucho, que junto a su casa soriana de Castilfrío de la Sierra, donde ha encontrado a la muerte de improviso, tenía comprado un terrenito (en el cementerio); que tenía ya esperando su ataúd y sus voluntades últimas: “De incinerarme nada. Yo quiero tocar la tierra”.

Pero que nadie confunda ese lado previsor (y considerado con sus deudos) con falta de energía o vitalidad. Con Sanchez Dragó se va uno de los intelectuales españoles con más protagonismo en la esfera pública tanto por su actividad literaria como por su incansable talante polemista, transgresor y por su ajetreada y envidiable (o cuestionable) vida sexual… Nunca ha escondido que consumía sustancias alucinógenas, como LSD o mezcalina.

“Lo he hecho en la calle de Santo Domingo a las ocho de la tarde, sobre el altar de Poseidón en la ciudad romana de Volubilis, en un café de Rabat, en la catedral de Sigüenza, en el ferry de Algeciras, en un vagón de la Renfe…”.

En efecto, a sus ochenta y tantos presumía (a semejantes edades ya puede uno presumir de lo que le dé la gana) de hacer el amor, más y mejor que a los 20, “más veces, más tiempo e incluso más a menudo”. Las redes se le echaban encima por manifestaciones tales como que su novia llegaba del orden de veinte veces al orgasmo en cada encuentro juntos. "Esto no es una chulería, aunque lo parezca, pero es verdad, lo que pasa que este país es un país de envidiosos".

Creó su propio viagra que puede adquirirse en distintos establecimientos comerciales; unas pastillas llamadas Homo Erectus, afrodisíacas y de composición natural. El precio es de 37 euros. Y Llegó a grabar con el iPhone una película porno casera (que en realidad de porno no tiene nada) caracterizado como el dios del vino Baco, enmascarado, y recibiendo en su casa de campo a sacerdotes y militares azotando en el culo a mujeres en ligueros.

“Mi patria son mis zapatos o, como creían los egipcios, mi verga” dijo una vez, como también señaló que se avergonzaba de ser español porque vivíamos en una cacacracia, y de ser periodista y que se consideraba experiodista.

Sobre la muerte: “Todo esto de morir entra en la normalidad. Desde hace tiempo me compré el ataúd (uno baratito) y tengo pensados varios epitafios, uno el que más me gusta hasta ahora: “Perdonen que no se me levante”.