Opinión
«Políticas de Estado»: incompatibles con el sanchismo
Nunca desde 1978 había sido tan urgente para preservar el interés general de España y el bien común de los españoles que pase al baúl de los peores recuerdos esta toxicidad política del sanchismo
El anuncio del entorno de Puigdemont de que no va a apoyar la convalidación de tres Reales Decretos Ley vuelve a poner de manifiesto la absoluta precariedad en la que está instalado el actual Frankenstein sanchista. Hemos tenido ocasión de comentar el «oxímoron» –contradicción existencial– de pretender gobernar un país, España, con el imprescindible apoyo de formaciones que tienen por objetivo esencial y prioritario de su proyecto la ruptura del mismo, intención que no ocultan o desmienten en absoluto, sino que reiteran su voluntad de «volverlo a hacer». Y para mayor infamia a los españoles, después de haberlo ya intentado con anterioridad violando gravemente el fundamento mismo de la Constitución y de haber sido indultados «para favorecer la convivencia»: pero eso sí, no la de los españoles, sino la «convivencia» en el poder, de Sánchez y los suyos. Con todos sus socios y aliados, que además tienen la singularidad de ser simultáneamente frontales adversarios mutuos entre sí, en su respectiva comunidad; en la catalana, ERC y Junts, y en la vasca, Bildu y el PNV. Y todos ellos compitiendo en la radicalización de su separatismo identitario e insolidario y en la desafección hacia España en palabras, gestos y propuestas. Ha habido ocasión de comentar en el pasado, que con el sanchismo no es de aplicación el principio democrático de la disposición a pactar «políticas de Estado» por parte de la oposición, porque la más importante política de estas características es desalojar esta patología política del gobierno de España. Nunca desde 1978 había sido tan urgente para preservar el interés general de España y el bien común de los españoles que pase al baúl de los peores recuerdos esta toxicidad política del sanchismo, carente de palabra y de principios, instalado en la mentira y el engaño y en levantar muros polarizando a la sociedad. Han existido gobiernos de diferente signo con alternancia de unos y otros, pero nunca había estado España en manos de quienes literalmente persiguen su destrucción. Ahora lo está, con los separatistas encantados de pagar el precio político necesario para saciar el deseo incontenible de poder de una persona con vocación de ser un auténtico autócrata. Para que desde el Gobierno les indulte, les amnistíe, y les reforme el Código Penal a su gusto para que lo puedan «volver a hacer» pero sin problemas y con una Justicia sometida a investigación por practicar el «lawfare» contra ellos.
El PP no puede caer en la trampa de ser el salvavidas de Sánchez cuando su contradicción existencial para políticas de Estado lo hace necesario.
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