Opinión

La primera víctima de toda guerra es la verdad

La batalla de la información es decisiva para alcanzar la victoria, y la actual guerra no es una excepción para los ciudadanos de los países miembros de la OTAN

Ser crítico con la OTAN ante el conflicto bélico que se inició en Ucrania hace 15 meses como «operación militar limitada» no es en absoluto ir a favor de Putin, ni darle la razón. Es simplemente no hacer creer al «deep state» –el poder en la sombra, o más propiamente «en las tinieblas»–, que todos los occidentales sometidos al relato oficial son «tontos del todo». Sabido es que los ciudadanos rusos están subyugados a la versión que da el Kremlin, pero eso no significa que se ignore la realidad de toda guerra: que en ellas la primera víctima es siempre la verdad. Por eso la batalla de la información es decisiva para alcanzar la victoria, y la actual guerra no es una excepción para los ciudadanos de los países miembros de la OTAN.

La última entrega del relato se refiere a la ciudad de Bajmut, acerca de cuya recuperación por la inminente contraofensiva de Zelenski se estuvo informando exhaustivamente, lo que iba a mostrar la debilidad militar de Moscú. En realidad, no ha habido nada de eso, y la ciudad está totalmente controlada por los soldados rusos con los mercenarios Wagner al frente, aunque la información proporcionada es el más absoluto silencio.

Es comprensible que en la guerra haya que mantener la moral de los ejércitos combatientes y la de la población, lo que «ampara» la desinformación, pero cuestión diferente es no reconocer el origen de la guerra y los intereses inconfesables a los que sirve. El adagio latino «¿Qui prodest?» (¿a quién beneficia?) tiene una clara respuesta en este caso: en primer lugar, al complejo militar industrial estadounidense integrado en ese «estado profundo», y después al objetivo geopolítico que subyace tras él. Basta ver el incremento del gasto en material militar para entender que un mundo en paz y sin especiales amenazas no es un mercado al gusto de esas empresas que necesitan generar conflictos para que haya demanda de su producción. De hecho, gran parte del enorme stock de material de guerra almacenado a lo largo de los últimos años ha sido enviado a Ucrania para «morir matando» y modernizar el armamento de los ejércitos de la práctica totalidad del mundo.

Pero lo que debe saberse es que esta situación se ha provocado cuando el Cielo dio una oportunidad única para la paz mundial, tras haber cumplido san Juan Pablo II gran parte de la petición formulada en Fátima. La consecuencia fue la desaparición sin violencia alguna del Muro de Berlín y de la URSS. Y no escarmentamos.