El trípode

La «progresista» y mitinera Francina Armengol

Con una presidenta así, ejerciendo de «sosias» del mitinero progresista Patxi López, no debiera sorprender que la Cámara esté sumida en un letargo ensordecedor

Tras escuchar el inadecuado y lamentable mitin para la ocasión de la señora Francina Armengol, entusiástica y largamente aplaudido (solo) por el banco azul y la bancada socialista, intervino el Rey, más breve y comedido que ella, y comenzó oficialmente la XV Legislatura. Con una presidenta así, ejerciendo de «sosias» del mitinero progresista Patxi López, no debiera sorprender que la Cámara esté sumida en un letargo ensordecedor y que haya que enterarse de lo que sucede, pasando por Bruselas y lo que allí dice Puigdemont. Ante el encuentro con verificador internacional de pasado mañana en Ginebra, ya ha avisado a Sánchez –vía portavoz y secretario general del PPE, Manfred Weber–, de que «como no cumpla lo pactado está dispuesto a apoyar una moción de censura contra él». Porque, aunque no lleven todavía los «100 días de gracia» los ministros, algunos de ellos muy significativos no los necesitan porque llevan ya unos cuantos años –encabezados por Sánchez en La Moncloa– y por tanto sí deberían someterse al preceptivo control parlamentario. No son pocas las cuestiones sobre las que Sánchez debe responder ante la representación de la soberanía nacional, comenzando por aclarar qué está «dialogando» en Ginebra su monaguillo Santos Cerdán con Puigdemont y los suyos, en presencia de unos mediadores internacionales para escarnio y oprobio de España.

Aconsejable releer su discurso de la Moción de censura, defendiendo su «inaplazable necesidad, para preservar la calidad de nuestra democracia». Para ello, enfatizó que garantizaría la «transparencia» de la acción del Gobierno como uno de sus principales compromisos. Cinco años y medio después, ya tenemos cabal conocimiento del valor de la palabra dada por Sánchez, pero jamás hubiera podido pensarse que llegaría al actual extremo: lo que se está produciendo con secretismo, impunidad y alevosía, es sin género de duda, el mayor acto de oprobio a la reputación nacional y a nuestra democracia. Nadie había actuado con tal carencia de transparencia, con tal secretismo como él, y nadie había dañado y rebajado la calidad de nuestro sistema político como él. Si el Rey ayer hubiera reproducido algún párrafo de su discurso del 3 de octubre de 2017 saliendo al paso de los golpistas catalanes, se hubiera entendido muy bien dónde estamos ahora. Los socios de Sánchez de ERC, Bildu y el BNG firmaron un comunicado para explicar su ausencia del acto, descalificando a la Monarquía como «una institución anacrónica», y al Rey Felipe VI, «que encarna bases y valores incompatibles con la democracia». O sea, una «Tercera república, confederal, plurinacional y bolivariana». Y con Sánchez al frente. En estas manos estamos.