Los puntos sobre las íes
Prohens, no caigas en la tentación
Marga Prohens, debe olvidarse de caer en la humana tentación de pactar con los golpistas de Vox, menos aún de darles entrada en el PP en directo o en diferido
Bien enfocada y honradamente entendida, la política es el más bello oficio que uno pueda tener porque contribuyes a que tus conciudadanos vivan mejor. Mal implementada saca a relucir algunos de los más execrables pecados: la mentira –que se lo digan o se lo cuenten a Sánchez–, el nepotismo, el cainismo y el trinque de dinero público. Con todo, y obviamente exceptuando la corrupción económica, el más lamentable vicio al que puede sucumbir un servidor público es ese transfuguismo que conlleva una doble traición: interna, a tus correligionarios, y externa, a esos votantes que te eligieron bajo las siglas de un partido determinado.
En Baleares se está cociendo a fuego rápido el episodio más lacerante de los últimos tiempos de esta vomitiva conducta tras la sublevación de cinco de los ocho parlamentarios autonómicos que Vox obtuvo el 28-M. Este quinteto no es nadie en la vida privada –son profesionales de medio pelo– y si es algo en la pública es por obra y gracia de Santiago Abascal.
Detesto las listas cerradas y la disciplina de voto, pero mientras España constituya una partitocracia y continúe en vigor la Ley Antitransfuguismo hay que respetar las reglas de juego. Sobra decir que La Banda de los Cinco no se ha rebelado por principios sino más bien para que su cabecilla, Idoia Ribas, se haga con la Presidencia de un Parlament que de momento ostenta su compañero Gabriel Le Senne, un tipo serio, abogado de postín e hijo de un destacado gerifalte de la UCD al que el único pero que hay que poner es su integrismo religioso. Intuyo, sin embargo, que la razón primera y última del golpe en Vox Baleares es trincar el botín del Grupo Parlamentario. A estos Judas les gusta más la pastuki que a un tonto un lápiz. Ven una cuenta corriente abultada y sus ojos se vuelven más locos que los del Tío Gilito. De hecho, el lugarteniente de Ribas, ese Sergio Rodríguez que se da un aire al Torrente de Santiago Segura, fue el número 2 de Joaquín Rabasco, un antiguo policía metido a político que acabó condenado en sentencia firme a seis años de cárcel por robar un millón de euros del Ayuntamiento de Llucmajor. Ése es el nivel ético y estético.
La Banda de los Cinco, patético remedo de la de los Cuatro que lideró Jiang Qing, mujer de Mao, ha herido de muerte la gran promesa electoral de Vox: liquidar la dictadura lingüística en las aulas y en la Administración. Un drama que provoca que los padres no puedan elegir en qué idioma se educan mayormente sus hijos o que para ejercer en un hospital público te otorgue más puntos saber catalán que los conocimientos médicos. Una realidad legal mitad paleta, mitad fascistoide. Casualidades de la vida, o no, la ralentización de la liberalización lingüística satisface los deseos de un PP que arrastra los pies a la hora de implementar esta promesa electoral que fue la gran culpable de la expulsión del poder de la socialindependentista Armengol hace ocho meses.
Abascal también se lo debe hacer mirar: no puede ser que unos matados pongan patas arriba el partido para gozo de Sánchez y sus socios etarras y secesionistas. Tiene que pegar un golpe encima de la mesa de una vez. Y la hasta ahora eficaz presidenta de Baleares, Marga Prohens, olvidarse de caer en la humana tentación de pactar con los golpistas de Vox, menos aún de darles entrada en el PP en directo o en diferido. Si se acuesta con el diablo, acabará desangrada. Por no hablar del efecto dominó que causaría en toda España.
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