Con su permiso

Puente y el muro

Traicionar los principios e incumplir las promesas no es algo a lo que sea especialmente alérgico el presidente, pero encender con ello la ira de los sindicatos no parece una estrategia inteligente

Arsenio no puede dejar de esbozar una sonrisa irónica cuando escucha que la huelga de Renfe ha sido desactivada. No le sorprende. Era la primera anotación que tenía en la agenda el nuevo ministro de Transportes, el ex alcalde de Valladolid Óscar Puente. Y venirle a él con esos recibimientos a modo de saludo sindical al nuevo gobierno de progreso puigdemónico, no es una buena entrada. Ni con él ni, por supuesto, con todo este nuevo gabinete que se prepara para un año duro. Que la primera en la frente se la fueran a pegar los suyos podía sonar a lo que en realidad era: un indicativo de lo desquiciado de la situación presente. Y eso no se puede permitir. De entrada, porque demostraba que éstos de la nueva mayoría eran capaces de engañar hasta a los suyos. Se cansó la ministra Sánchez saliente de repetir que los trenes de cercanías no se pasarían al gobierno catalán porque era imposible. Tan imposible como la amnistía. Siete votos después, son ambas vitales para el avance en el progreso de España como país plural y democrático.

Ugt y Comisiones, los sindicatos cercanos a los dos grupos de la coalición gubernamental, saben perfectamente que lo que era imposible técnicamente antes de las últimas elecciones lo sigue siendo ahora. Y lo será en el futuro. Arsenio no es un experto de la cosa ferroviaria, pero ha oído y leído que la administración de un bien o un servicio que utiliza medios e infraestructuras que no le son propias, puesto que afectan al transporte nacional –a no ser que las cercanías vayan por vías distintas, que no es el caso– no puede ser localizada en una autonomía o una provincia. Pero además está el futuro de los trabajadores que hoy están en Renfe y en Adif, ¿qué va a pasar con ellos? ¿Se van a dividir las empresas? ¿Cómo se garantizan sus puestos de trabajo? No hay respuestas claras, tan solo evasivas. Cuando el gobierno estaba viendo ya que había que virar de lo imposible hacia lo posible y de ahí a lo necesario, le dijo a los sindicatos que cualquier cambio en la titularidad de los trenes en Cataluña les sería al menos consultado. Se enteraron por los periódicos. Y, claro, ante la falta de respuesta le montaron la huelga al gobierno y a Puente, que es uno de esos políticos que viene de lo local, y que pelea posiciones y estrategias. Ya enseñó los dientes en el congreso cuando le dieron la portavocía como aperitivo al ministerio. Es correoso, tenaz, leal y ejecutivo. Debió ejercer su otra cualidad de seductor con los sindicatos esta semana. La combinación de todos esos rasgos de carácter político y la evidencia de que un paro no era la mejor manera de saludar a los nuevos, frenó la huelga esta semana.

Lo cual no resuelve el problema, estima Arsenio. Acaso lo aplace. Se ha comprometido Puente a contar con los sindicatos para cualquier movimiento y han aceptado estos confiar en los gobernantes que apoyan. Pero todos saben que si hay decisiones que afectan a la situación de los trabajadores o se alcanzan compromisos que supongan complicaciones técnicas que disminuyan la calidad de servicio o a las inversiones necesarias, la protesta puede volver por mucho progresismo que destile el ejecutivo.

En realidad, esto no es sino una prueba más de que Sánchez está dispuesto a pagar el precio que le pidan por los siete votos siete que necesita, aunque eso abra fisuras con el movimiento sindical tan de parte y tan esencial para cualquier gobierno de izquierda que se precie. A ver, traicionar los principios e incumplir las promesas no es algo a lo que sea especialmente alérgico el presidente, pero encender con ello la ira de los sindicatos no parece una estrategia inteligente, porque ahí va a ser más difícil justificarlo y justificarse.

Hay que reconocerle a Óscar Puente un buen comienzo. Se explique o argumente como se haga, lo cierto es que en el haber del nuevo ministro ya hay una primera anotación en positivo. El gobierno que viene a pelear contra la oposición ha salido victorioso del primer pulso que le venía precisamente desde su territorio más cercano. Y tiene mérito. Pero, sobre todo, indica que hay determinación y firmeza en las posiciones y consistencia en el muro: ni uno de los ladrillos se mueve o le abre una ventana. Conviene que no haya huecos por los que se filtre la percepción, en el lado de los que lo levantan, que su engrudo no es precisamente el dulce que llena las navideñas casadielles asturianas, la luminosa búsqueda de un acuerdo que sepulte para siempre el problema catalán, sino la basta amalgama que ata por necesidad a políticos interesados que no tienen problema en crear tensiones o abrir desafectos con tal de seguir adelante en su estrategia de mantener el poder.

Que, recuerda Arsenio, es, naturalmente el objetivo de cualquier político. Pero no a cualquier precio, sobre cualquier otro interés y, especialmente, por encima de promesas o compromisos que se vendieron como palabra dada.

Renfe
RenfeIlustraciónPlatón