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Pureza

En Podemos, el comunismo chavista no tardó en dar la cara

Debido a la feroz crisis económica que nos destrozó hace 15 años, cebándose en países de estructura poco sólida como España, el bipartidismo se quebró, fragmentando el panorama parlamentario. Claro que tampoco ayudaron a sostenerlo el deterioro político y la corrupción acumulados en ambos bandos. Así surgieron formaciones por el centro y los extremos que trataron de competir con los dos grandes partidos que hasta entonces eran piadosamente definidos como de centro izquierda (PSOE) y centroderecha (PP). Llegaron, e ilusionaron, los UPyD, Cs, Podemos, Vox… Surgieron partidos por el centro y los extremos. Algunos pensaron que ese espacio que ocuparon se lo robarían, parlamentariamente hablando, a nacionalistas vascos y catalanes, que desde el comienzo de la Transición venían condicionando las políticas estatales mediante un puñado minúsculo de votos y escaños. Si bien, el viaje emocionante y nuevo a la disolución del bipartidismo estaba lleno de peligros. Los primeros en quedarse por el camino, entre las nuevas filas surgidas del desencanto bipartidista y la recesión económica, fueron las formaciones de centro: UPyD y Cs. Precisamente el centro, donde dicen que se ganan las elecciones. Luego, cayeron los extremos de izquierda (Podemos, a pesar de haber reciclado sus restos uniéndose a duras penas, junto con otras formaciones, en Sumar). Y ahora está declinando rápidamente el de derecha (Vox).

El problema principal de toda ideología que se sitúa en un extremo es que, aunque al principio no lo parece y la novedad forma parte de su inicial éxito, al final emerge su verdadera naturaleza. En Podemos, el comunismo chavista no tardó en dar la cara. Muchos creyeron que Podemos era un 15M transversal, defensor de España y el interés general, reivindicativo, moderno…, y pronto descubrieron que no. En Vox está sucediendo algo parecido: ha brotado su verdadera naturaleza, expulsando a quien no comulgue (nunca mejor dicho) con sus anticuados postulados nacional católicos. Podemos como Vox, asimismo prisioneros ideológicos de sus financiadores. Y es que los extremos solo pueden mantenerse al descubierto en dictaduras y totalitarismos. Resulta muy difícil que tanta «pureza» sobreviva en democracia.