Sin Perdón

Sánchez se aburre en España

«Es un síntoma de un fin de etapa y, sobre todo, de que no es consciente de su escasa relevancia internacional»

Con los líos que tiene montados en España e inmerso en un ciclo electoral que puede ser catastrófico para el PSOE, es difícil entender la obsesión de Sánchez por lograr el reconocimiento del Estado palestino. No tiene ni capacidad de liderazgo ni prestigio político en esa región. Ha demostrado que su conocimiento sobre el conflicto y su historia es más bien superficial. Nadie le ha pedido su mediación o participación, más allá del típico gesto educado habitual en la política internacional. Los israelíes, no solo Netanyahu, le perciben como un enemigo que está al lado de los palestinos y que lleva tiempo actuando con una calculada ambigüedad. Hay que reconocer que se lo ha ganado a pulso. Por una parte, apoya a Ucrania, injustamente agredida por Rusia, y por la otra, a los palestinos que están aliados con Irán que es un socio importante de Putin. No parece que esté en la centralidad. Le sucede lo mismo con su afinidad con los populistas iberoamericanos. Un Estado palestino estaría al lado de Rusia y aumentaría la inestabilidad en la región.

A estas alturas, todo el mundo conoce la escandalosa corrupción tanto del grupo terrorista Hamás como de la Autoridad Nacional Palestina en los territorios de controlan. Una parte importante del dinero europeo corre esa suerte. La ausencia de formas democráticas y respeto de los derechos humanos es otra realidad. El problema es que la política exterior de Sánchez es tan chapucera y errática como narcisista. Es lamentable que vaya por libre como si España fuera de su propiedad. No es el momento para plantear seriamente el reconocimiento de los territorios palestinos como un Estado que sería, además, un satélite del régimen autoritario y teocrático de los ayatolas iraníes. Su obsesión por viajar confirma que solo le interesan los temas internacionales, ya que se aburre en España. Es lógico, porque aquí le abuchean en las calles, le hacen preguntas incómodas y los españoles no le reconocen la inmensa suerte que tenemos de que sea el presidente del Gobierno. Les ha sucedido a otros presidentes, curiosamente durante su declive y antes de su derrota en las urnas. Es un síntoma de un fin de etapa y, sobre todo, de que no es consciente de su escasa relevancia internacional.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).