Tribuna

Sánchez no ha dejado «títere con cabeza»

No podemos, ni debemos, ni queremos, ni pensamos quedarnos inactivos, todas las energías de la sociedad civil se seguirán aglutinando para detener este proceso del abominable «Plan de Pedro Sánchez».

Resulta agotadora y abocada al hastío la enumeración de las fechorías - léanse delitos- que el presidente Sánchez, con una irresponsabilidad sin precedentes en la Europa democrática, nos sobrecoge a diario. Es tal la frecuencia con la que se sucede la retahíla de disparates del propio presidente y de sus socios de gobierno que resulta una labor de titanes no olvidarse de alguno, por exhaustiva que quiera ser la recopilación que aporte una idea cabal de su mandato.

Sánchez, en su implacable consecución del proceso «deconstituyente» del que todos somos testigos, «no ha dejado títere con cabeza». No se me ocurre mejor expresión que ésta de Cervantes en el capítulo 26 de El Quijote para calificar el siniestro desmantelamiento de las instituciones del Estado: Sánchez ha arrasado con todo.

Desde que llegó a La Moncloa -no precisamente ganando unas elecciones, dicho sea de paso- ha colonizado todas las Instituciones que tienen como misión específica controlar el poder del Gobierno de turno. Así, ha puesto a su servicio el Tribunal Constitucional, el CIS, la Fiscalía, el Tribunal de Cuentas, el CNI, el Banco de España, el letrado mayor del Congreso y por supuesto a los medios de comunicación, que no tienen reparo alguno en cortar cabezas -en este caso no las de los títeres de El Quijote en plena crisis con alucinaciones – sino de todo aquel que no se pliega a las «órdenes del amo», aunque sea un fundador del medio que abandonó, ya hace tiempo, sus fines fundacionales. Tenemos un reciente ejemplo con el despido de Fernando Savater, cuyo pensamiento libre le queda muy grande a la deriva de El País. En estos momentos, estos despidos son una auténtica condecoración. ¡Felicidades, querido Fernando!

¿Es un fin en sí mismo este desmantelamiento de las instituciones? Evidentemente, no. Sólo alterando tramposamente las reglas del juego, se puede evitar toda confrontación política en igualdad de condiciones con los que representan a la mitad (si no son más) de los españoles. Esto ya está inventado. Con palabras del eurodiputado Cristian Terhes, «Pedro Sánchez reemplaza el Estado de Derecho por el caos marxista», y no se queda aquí, pide la inmediata dimisión de Sánchez por considerarlo «una amenaza para la integridad territorial y la soberanía de España y para el Estado de Derecho en la Unión Europea», diagnóstico que comparten otros muchos europarlamentarios, muchos más tras la penosa experiencia del paso «de turno» de Sánchez por la Presidencia europea, donde su radicalismo y ausencia de respeto a otras opciones, ciertamente más moderadas y acordes con la libertad, quedaron al descubierto. Para todos ellos España está en manos de un Gobierno de extrema izquierda comunista y «socialista». Eso es, de extrema izquierda. «Donde las dan, las toman», por seguir con Cervantes.

Como condición adicional, ahora pretenden amparar con la insostenible ley de Amnistía los delitos de terrorismo. Como denunciaba el reciente Comunicado (24/01/24) del Foro Libertad y Alternativa (L&A), presidido por Alejo Vidal-Quadras, este nuevo disparate «es otra prueba más de cómo los apoyos particulares del Gobierno se compran con lo que no le pertenece: decisiones de carácter irreversible, que afectan a elementos esenciales de nuestra democracia, dañando gravemente el Estado de Derecho y la legitimidad del sistema». Sánchez incurre una y otra vez en la apropiación indebida -compra con lo que no le pertenece- y los sinónimos de dicha apropiación son según la RAE: usurpación, expolio, robo, despojo, sustracción, que cuando se trata de bienes materiales se castiga con la pena de cárcel. En este caso, bienes materiales substraídos los hay: pensemos en que tendremos que asumir la condonación de la deuda catalana que se añade a la actual fiscalidad confiscatoria y al desorbitado gasto público innecesario. Pero, sobre todo, nos son sustraídos otros bienes más preciados: la unidad, la igualdad, la libertad y la solidaridad entre todos los españoles. Los empoderados, por obra y gracia del presidente Sánchez, reiteran la denuncia y gravedad de los supuestos «delitos de odio», cuando los responsables de la fractura social que padecemos son ellos y sus antecesores: Rodríguez Zapatero, ETA y sus secuaces y el nacionalismo étnico tan tramposo como aberrante y demodé.

Esta situación al ciudadano medio le parece increíble y a menudo la califica como una pesadilla. Pero la peor tentación es el desistimiento, con la vaga esperanza de que «esto no puede durar, no puede tener recorrido», como inspirándose en la inscripción de la preciosa Torre del Reloj Municipal de Manaos que comienza con una obviedad como: «Todo llega a su fin…» Algo así debieron de pensar nuestros parientes cercanos del otro lado del Atlántico, que ahora sufren las consecuencias de lo que, quizá, se pudo evitar de haber reaccionado antes. Tenemos al acecho la amenaza real de lo que pretende camuflarse como «el socialismo del Siglo XXI», que es comunismo puro y duro, aderezado con todo tipo de delincuencia y terrorismo, junto a la suculenta financiación del narcotráfico y el permanente respaldo del comunismo de siempre, el de Putin, que incluso se entiende con el fundamentalismo islamista de Irán. ¡Vaya tropa!, parafraseando a Romanones.

En resumen, no podemos, ni debemos, ni queremos, ni pensamos quedarnos inactivos, todas las energías de la sociedad civil se seguirán aglutinando para detener este proceso del abominable «Plan de Pedro Sánchez».