Editorial

El sanchismo se recrea en la receta de la derrota

Como corolario de este tiempo falseado, las manifestaciones de los sindicatos sanchistas, UGT y CCOO, regados con millones de euros, contra el PP por su oposición al decreto ómnibus, con el seguimiento grotesco de unos pocos centenares de acólitos que fueron la perfecta moraleja sobre un régimen que canta victorias a diario mientras avanza de manera imparable hacia la derrota final.

Este fin de semana los españoles hemos podido asistir a fenómenos y episodios que demuestran hasta qué punto el sanchismo ha adulterado los códigos y los paradigmas de las democracias reconocibles, envileciendo todos los patrones morales y hasta la integridad del servicio público. Bastaría con el apunte iconográfico de la dirección del que se presupone como una formación socialdemócrata homologable entonando la Internacional con el puño en alto como colofón al congreso del PSOE madrileño, con el presidente del Gobierno de la cuarta potencia económica de la Unión Europea en primera fila. Que la referencia del que también es líder de la Internacional Socialista sea un himno que simboliza el totalitarismo culpable del mayor genocidio de la historia de la humanidad avergonzaría a cualquier dirigente occidental que no sea Pedro Sánchez. En esa línea de la abolición de la política de la dignidad, los socialistas, que han convertido el cónclave madrileño en el congreso de Isabel Díaz Ayuso, aceptaron también como ético y honorable que se hablara de la presidenta de todos los madrileños en términos como el «fascismo de la faraona Ayuso» o que se la relacionara con los nazis, además de los insultos y las difamaciones habituales. No nos planteamos siquiera demandar del presidente cierto decoro y respeto institucional hacia una adversaria, avalada por cientos de miles de votos, y, ella sí, acompañada en sus decisiones por una mayoría social abrumadora en la región en la que las siglas que Sánchez representa son prácticamente irrelevantes. Tampoco nos arrogaremos la autoridad para aconsejar al liderazgo socialista que insistir en la receta de la alerta antifascista, la «multinacional ultraderechista», la banca, las grandes fortunas, el cataclismo y el apocalipsis, la ruina del modelo madrileño, es una forma consistente de hacer imposible la tarea de sacar al partido del hoyo en el que se macera desde hace años. Referirse en esos términos a la región locomotora de España y cuestionar por consiguiente la inteligencia de los madrileños es una estrategia con posibilidades de éxito descriptibles. En esta democracia desvirtuada encaja sin reparos el nombramiento de Pilar Sánchez Acera como secretaria de Organización de la federación madrileña a pesar de que podría ser llamada por el Tribunal Supremo en el caso en el que se encuentra imputado el fiscal general del Estado por su papel clave en la filtración de una documentación reservada. La ovación que el auditorio del Congreso de los socialistas madrileños le tributó retrata a una nomenclatura desconectada y desafiante frente a la Ley y los jueces. Como corolario de este tiempo falseado, las manifestaciones de los sindicatos sanchistas, UGT y CCOO, regados con millones de euros, contra el PP por su oposición al decreto ómnibus, con el seguimiento grotesco de unos pocos centenares de acólitos que fueron la perfecta moraleja sobre un régimen que canta victorias a diario mientras avanza de manera imparable hacia la derrota final.