
Los puntos sobre las íes
Sanchistas, mentirosos, chorizos y puteros
Hay quienes, además de sanchistas, mentirosos y chorizos, son unos puteros compulsivos
En la vida se puede ser conservador, liberal, socialdemócrata, comunista, ecologista o, como decían los cursis en la Transición, apolítico. Todo es legítimo siempre y cuando se acepte la democracia, la alternancia, el Estado de Derecho y consecuentemente la separación de poderes. Lo que se me antoja incomprensible es que alguien con dos dedos de frente y una miaja de moral se autoproclame sanchista, más que nada, porque no es una ideología sino más bien una forma de hacer el mal. Es la amoralidad trasladada a la conducción de un colectivo. El todo vale. El no hay límites. El fin justifica los medios. El me da igual ocho que ochenta. El no miento sino que cambio de opinión. El me cargo el Estado y me cisco en la Constitución con tal de permanecer en la poltrona o volando en el Falcon una semana más. El permito que manden en Moncloa los terroristas que asesinaron a 856 compatriotas. El sanchismo supone, en resumidas cuentas, una versión 3.0 de esa amoralidad que no distingue el bien del mal. Uno entiende que Sánchez sea sanchista como su implícito ídolo, Francisco Franco, era el primero de los franquistas, Hitler el paradigma de los nazis o Stalin el estalinista de pro. Lo que me resulta inconcebible es que haya alguien, más allá de sus padres, Begoña y el pentaimputado hermanísimo, que continúe defendiendo al primer ministro que conquistó el poder con una moción de censura allanada por una sentencia amañada y que se mantiene en él regalando la Presidencia de España a Carles Puigdemont. Todos los sanchistas han de ser necesariamente mentirosos toda vez que el embuste es la clave de bóveda de este credo político. El marido de Bego pasará a los anales como el primer ministro más patrañero del siglo XXI y eso que en el oficio de la política el nivel de embuste reside en la estratosfera. Pilar Bernabé es maravilloso paradigma de cuanto hablo. Es más sanchista que chavista Nicolás Maduro. La delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana sólo ha dicho una vez la verdad en su vida reciente: este lunes ante la jueza de la DANA cuando admitió que la Confederación Hidrográfica del Júcar no avisó de la crecida del barranco del Poyo y cuando confirmó que jamás se llamó a Mazón al Cecopi. Que es una falsaria de tomo y lomo lo prueba, definitivamente, su currículum oficial: aseguraba ser licenciada en Filología Hispánica y en Comunicación Audiovisual y luego, Okdiario mediante, confesó que no terminó ni una ni otra carrera. Y sanchista es ya en muchos casos sinónimo de chorizo. Chorizo o mangante, por no decir rata de cloaca, es quien se forra el lomo con las mascarillas aprovechando la pandemia. Quien arrasa la habitación de un parador como si fuera el vocalista de AC/DC en una noche de sobredosis. Quien niega estos incontrovertibles hechos en un documento público. Y quien también cobra comisiones hasta por respirar. Me refiero a José Luis Ábalos, el Serrano Suñer del caudillo socialista, y a Koldo García, naturalmente. Y presuntos chorizos son aquéllos que presuntamente acribillaban a mordidas a Aldama: Ángel Víctor Torres, Santos Cerdán y Carlos Moreno, el chico de los recados de la vice Montero. Que el sanchismo es el Imperio del Mal lo certifica indubitablemente el que hay quienes, además de sanchistas, mentirosos y chorizos, son unos puteros compulsivos como el sugar daddy de Jésica. Chusma que, entre fulana y fulana, nos imparte lecciones de feminismo y progresismo. Claro que nadie como ese otro camisa vieja llamado Tito Berni, mentiroso, chorizo, putero y farlopero. El más sanchista de los sanchistas.
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