Parresía

Sicilia, 1920

Esta guerra antigua no parará. La libran Hamás, pero también Yihad Islámica, Hezbolá y, por extensión, la todopoderosa Irán, junto a otros regímenes amigos

Casualmente, el otro día me topé con unas fotos de hace lo menos veinte años, de cuando cubría información internacional («Sicilia, 1920», Las Chicas de Oro). Ahí estábamos unas cuantas amigas reporteras, posando risueñas en la Mukata, junto a la tumba de Arafat, visitando zonas calientes de Israel y Cisjordania, conversando con palestinos e israelíes de su sufrimiento de décadas y reconociendo después, entre nosotras, que nos parecía una utopía la solución pacífica del conflicto.

La mayoría de los periodistas nos solidarizábamos entonces con los más oprimidos, con aquellas familias que sobrevivían en guetos palestinos, despojados de sus tierras, privados de libertad, derechos y recursos. No pensamos en que aquella injusticia vital era también un peligroso caldo de cultivo del terrorismo más radical.

Los años han pasado y mirad dónde estamos ahora, «al borde del abismo», según Borrell y cualquier mente sensata. Con el mundo entero pendiente de la franja de Gaza: martirizada por las bombas de Israel, al borde ya de su invasión terrestre y, por si eso fuera poco, gobernada por una organización terrorista como Hamás, que no tiene reparos en usar a su población civil como escudo. Hamás ha prendido la mecha más peligrosa atentando de manera salvaje el pasado 7 de octubre contra un grupo de civiles occidentales inocentes, secuestrando a un puñado de ellos y recordándole al mundo que no parará hasta aniquilar Israel. Luego nos ha sobrecogido el ataque al hospital. Y habrá más y más muertes.

Esta guerra antigua no parará. La libran Hamás, pero también Yihad Islámica, Hezbolá y, por extensión, la todopoderosa Irán, junto a otros regímenes amigos. Estemos o no de acuerdo con la gestión y las maneras de Benjamin Netanyahu, lo cierto es que la matanza del 7 de octubre ha unido a los israelíes, por su propia supervivencia, y ha sido un balón de oxígeno para el primer ministro.

Nunca es demasiado tarde para reconducir las cosas, pero esta que te escribe lo ve francamente complicado. Y no solo eso: la yihad del odio que promueven por todo el mundo Hamás y compañía ha ocasionado disturbios, ataques y amenazas en los países de nuestro entorno.

¿Tendría nuestro Gobierno que replantearse elevar el nivel de alerta terrorista? Sería algo inédito en España y supondría, entre otras cosas, sacar a los militares a la calle. Ya te digo que quienes nos gobiernan no van a pasar por eso. Lo que sí hay que exigirle, por lo menos, a PSOE y sus socios es una política exterior congruente, de una sola voz ante todos estos acontecimientos. Ya tenemos suficientes problemas como para escuchar cada día a Belarra azuzando con el genocidio israelí. Llueve sobre mojado en las calles y en La Moncloa, con tanto desencuentro interno.