El canto del cuco
Signos de nuestro tiempo
Como dato inquietante, aumenta el machismo entre los jóvenes, y el recelo, en la población en general, hacia los inmigrantes
Están pasando cosas en estos años veinte que eran inimaginables a principio de siglo. No me refiero, por su obviedad, a los grandes avances científicos en el campo de la física, de la medicina, de la comunicación o, en general, de eso que llamamos nuevas tecnologías. Es tal la aceleración que generaciones enteras corremos el peligro de quedarnos rezagadas, fuera de esa nueva realidad omnipresente. Seguramente por ser víctimas de ese traumático desajuste, nos preocupa que aumente cada vez más la distancia entre el increíble desarrollo material y el menguado desarrollo espiritual. Creemos, por ese temor de los viejos al futuro, que eso no puede traer nada bueno. Nos asusta sobremanera la inteligencia artificial y la manipulación genética. Por lo demás, va en aumento la brecha digital entre generaciones. Basta observar cómo manejan el móvil unos y otros.
Me refiero aquí, sobre todo, a las convicciones y los comportamientos humanos, que tienen reflejo en las tendencias políticas y en las inclinaciones morales y religiosas. Sin salirnos de España, pero en coincidencia con lo que está pasando en Estados Unidos, como se ve en la campaña electoral, y, en general, en el mundo occidental, se observa, de un tiempo a esta parte, que las mujeres se inclinan ahora más hacia la izquierda, mientras que los hombres se vuelven cada vez más conservadores, en un llamativo cambio de tendencias. Parece el mundo al revés. Es una muestra de la revolución femenina y el empoderamiento de la mujer a que estamos asistiendo. Otro dato significativo es la creciente inclinación a la derecha, e incluso a la extrema derecha, de las generaciones más jóvenes. Hay también una vuelta de amplias minorías a las prácticas religiosas. No sé si se puede hablar ya de la vuelta de Dios, pero parece que no anda lejos después de una larga ausencia.
Como dato inquietante, aumenta el machismo entre los jóvenes, y el recelo, en la población en general, hacia los inmigrantes. También hay, por primera vez, un rechazo popular a las invasiones turísticas. Y, según los sondeos disponibles, durante los años del sanchismo ha bajado notablemente entre los españoles el aprecio por la democracia. El fervor de la Transición se ha evaporado. Vuelve el espíritu del franquismo. El desprestigio de los políticos nos traslada a aquellos viejos tiempos. Para muchos individuos importa más la tranquilidad, el orden y el desarrollo económico que la defensa de las libertades públicas y el buen funcionamiento de las instituciones democráticas. Esto favorece la tentación caudillista del poder. Son, creo, algunos de los signos de nuestro tiempo.
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