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El buen salvaje

Son las cinco y no he comido: hago ayuno intermitente

Claro que hay momentos en que uno no aguanta más, como aquel en que Sánchez, en una frase lastimera para la historia

Andan los mentideros preocupados por el aspecto, algo más demacrado, líricamente marchito, de Pedro Sánchez. El presidente, sin embargo, no está mostrando la cara de un ser sufriente que entre pliegue y pliegue de su piel esconde una trama corrupta o acaso los secretos de alguna sauna (otra cosa es la que compartió con el premier de Finlandia y de la que quedó el finés muy encantado, según confesó ante el propio Pedro). Sostengo la tesis contraria: el presidente muestra el aspecto de un triunfador, aquel que consigue adelgazar más allá de los límites. Sí, el mensaje es peligroso, pero es el que nos transmiten los poderosos del mundo con su cara de Ozempic, convertida en una muestra de que el nuevo lujo es estar flaco, incluso muy flaco. Pensábamos que la costumbre sería aceptar todos los cuerpos, pero si así fuera, todos seríamos iguales y eso es algo que las élites no permitirán jamás.

Si estar delgado, ser delgado, es el nuevo mantra en las alturas, no podíamos esperar de Pedro Sánchez más que se mire al espejo y ansíe la esbeltez que lo lleve a la cumbre de la power tendencia mundial. El presidente siempre ha cuidado su aspecto físico, pero los reveses políticos han convertido su costumbre en una obsesión. El deporte siempre fue una salida honrosa ante la ansiedad; hoy es un asidero de emociones donde dejar calorías y cabreo, un lugar idílico donde definir, más que marcar. Las madres, las de antes por lo menos, decían que había que elegir entre cara o culo. Sánchez ha votado.

El ayuno intermitente es una fórmula que no necesita pinchazos, sobre todo para gente como él que no viene de presentar lorzas por bandera que haya que eliminar rápidamente. Ya sabe, se trata de concentrar las comidas, no muy abundantes, en ocho horas, y en las otras dieciséis mantener el pico cerrado. Claro que hay momentos en que uno no aguanta más, como aquel en que Sánchez, en una frase lastimera para la historia, dijo aquello de «Son las cinco y no he comido». Oiga, allá usted con su dieta. Cada uno lleva la cruz de la suya, sobre todo en esta época en la que hay que destaparse ante miradas ajenas, sea más temprano o más tarde de las cinco de la tarde. Es interesante seguir la evolución del presidente, no por sus diatribas y sus cambios de opinión, sino por esas otras contradicciones estéticas: ¿delgado pero demacrado? Sánchez está sometiendo a su cuerpo al ejercicio santífico de un héroe. Cuando Feijóo se dé cuenta de la jugada, no le quedará tiempo para adelgazar lo suficiente.