Quisicosas
Lunch atop a skyscraper
El periplo de Nacho Ibargüen, el obrero vasco del Rockefeller Center, prueba que todos hacemos Historia
Seleccione el lector las tres primeras fotos famosas que le vengan a la mente y con mucha probabilidad coincidiremos en el beso de dos novios en el París liberado, la niña desnuda de la guerra de Vietnam o la cuadrilla de obreros suspendida sobre una viga del Rockefeller Center de Nueva York. Tal vez por eso, porque el mundo es un pañuelo, es interesante saber que el segundo por la izquierda de estos últimos, trabajadores fotografiados mientras comen y fuman, es un vasco llamado Nacho Ibargüen Moneta. La Asociación Muro Cultural (Harresi) de Balmaseda ha reconstruido la historia de este emigrante de Vizcaya, el sexto de diez hermanos, que emigró a Argentina en 1919, como tantos mozos que iban a ser militarizados en la Guerra de África. Saltó a Estados Unidos atraído por el sueño americano. Las cosas no le fueron mal y en 1927 se casaba con una joven empleada de la embajada mexicana, otra vasca de nombre Esperanza Ojinaga, con la que tuvo cuatro hijos, de los que sobrevivieron Louise y Donald. Fue la Gran Depresión de 1929 la que nos puso a Nacho en la foto que adorna miles de paredes en todo el globo. Obligado por las circunstancias se empleó en la construcción, la empresa del Rockefeller Center encargó las fotos como publicidad y el autor pidió a los obreros que actuasen con naturalidad. No es cierto que colgasen en el vacío (otras imágenes muestran que había un suelo a cierta distancia) pero el efecto era vertiginoso. La imagen se publicó en el NewYork Herald Tribune y se convirtió en icono de empuje y resistencia. Después se archivó y la identidad de los emigrantes fue desdibujándose. Eran trabajadores irlandeses, eslovacos… debajo de la imagen del segundo por la izquierda se pintó un interrogante.
En 1961 llegaron a Balmaseda dos hombres, uno rubio y oro moreno, sin más lengua que el inglés. Buscaban a la familia del primero, Donald y encontraron a los Ibargüen. Se recuperó el vínculo, sin embargo no fue hasta los 80, en uno de los viajes de Donald al País Vasco, cuando llevaba para tíos y primos camisetas de la NBA como presente, que le regalaron a cambio la famosa foto, comprada en El Corte Inglés. Al verla, se le escaparon las lágrimas: «Éste es mi padre», señaló. Fue el presidente de Harresi el que buceó en los archivos del Rockefeller Center y proporcionó las fotos que prueban el parecido y sitúan a Nacho Ibargüen en Brooklyn en aquellos años. El periplo me sigue emocionando porque hilvana los grandes acontecimientos, como el Crack o la guerra del Rif, con rostros concretos como los nuestros y prueba que todos hacemos Historia.