
El buen salvaje
El tinte de Leire
Leire cobró todo el protagonismo que quiere robarle el PSOE y el Gobierno y entró a Ferraz al estilo de una estrella
No habíamos visto a Leire en movimiento sincronizado. Era una foto de una charito rubia y una voz presunta. Hay que subrayar, después de la pasarela y la «nube de fotógrafos», que esta mujer se engrandece ante la cámara. De rubia a pelirroja, como Kim Novak en «Vértigo», Leire, convertida a sí misma en uno de esos personajes más grandes que la vida, más delgada, con un vestidito suelto de ir a dar una vuelta al paseo marítimo, me pareció la espía perfecta por lo inverosímil, que es lo que debe ser una espía, no una Mata-Hari a lo Greta Garbo. Leire ha comido más garbanzos que caviar y ha tragado más tinto de verano que dry martini. Como yo, no se crean. Otra cosa es que los vomite, como el niño del chiste de Paco Gandía, esos cómicos de cintas de casete de gasolinera, que es lo que vienen a ser los audios de la garbancera, un chiste sin puñetera la gracia. Leire cobró todo el protagonismo que quiere robarle el PSOE y el Gobierno y entró a Ferraz al estilo de una estrella: empezó con un «no voy a decir nada», a lo Terelu Campos, pero claro que dijo, que en el partido la habían tratado con mucho cariño, por ejemplo. Y más que dirá hoy en la rueda de prensa que ha convocado en un hotel. Vaya, la que no iba a decir nada. Ya había soltado que la verdad saldría a flote, que es lo que pasa últimamente en los alrededores de Moncloa donde todo flota, como la vajilla en el interior del Titanic, el barco que se hundió por confundir un iceberg con un bulo.
Poco debió convencer a los mandos del partido cuando pactó su baja voluntaria después de una semana arrastrando la condena del «expediente informativo», que es esa chorrada que hacen las formaciones políticas cuando querrían borrar del mapa a una persona. Leire recibió así todo el cariño, el mismo que ella había puesto, oído lo oído, en dejar a la UCO con tomates en los calcetines y telarañas en los sobacos. El tinte de Leire, las gafas de sol, no tan grandes como en el desmayo de la Pantoja, fueron la imagen de lo grande y libre que es España.
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